Además, nadie entendía qué se le pasaba por la cabeza a Silvia. Si ya sabía que Giovanni estaba casado con Clarissa, ¿por qué se empeñaba en presentarle a otra mujer? ¡Parecía que lo hacía a propósito solo para molestar y meter cizaña!
Apenas se oyó la puerta, la señora Santoro fue rápido hasta la entrada. Al ver que Samuel venía primero, preguntó sin pensarlo:
—¿Y ella?
Samuel se rascó la nariz e hizo una seña de que mirara detrás de él. Giovanni entró justo después, tomado de la mano de Clarissa.
—Abuela —dijo Giovanni.
La señora Santoro, emocionada, se ajustó las gafas y le sonrió a Clarissa con cariño.
—¡Mi querida Clarissa!
Clarissa tragó saliva y murmuró:
—Abuela…
Pero la voz le tembló, no era tan firme como quería. Había demasiada gente, y encima sentía que aún tenía la cara encendida.
La abuela notó sus manos entrelazadas, luego se fijó en sus labios un poco hinchados. Entendió de inmediato qué habían estado haciendo.
—¿Ustedes dos…? —los miró de arriba a abajo, volvió a enfoca