—Voy a salir un rato, vuelvo pronto —dijo Giovanni, esquivando a Silvia y saliendo sin contestar su última pregunta.
Nadie en esa casa lograba controlar a Giovanni. No era alguien que explotara fácilmente ni actuaba como esos ricos caprichosos que hacen escándalo por todo.
Lo suyo era más sutil. Cuando alguien notaba que él se había pasado de la raya, ya era tarde. Y aunque quisieras hacerle un reclamo, él mismo te quita las ganas.
Además, como no había ningún acuerdo formal con Araceli, y habiendo tantas mujeres disponibles —mientras no fuera Clarissa— a Silvia no le importaba tanto.
Ya había hecho el intento. Así que lo dejó ir.
Regresó a la sala con una sonrisa que se notaba forzada.
—Araceli, no te lo tomes a mal. Tiene ese carácter. Ni yo, ni su papá, ni la abuela podemos decirle nada. Quédate a comer, ¿no oíste que dijo que volvería pronto? Si algo tiene este hijo mío, es que cumple lo que promete.
—En la comida, seguro pueden hablar tranquilos, conocerse un poco. Hoy no va a pas