Clarissa se quedó parada por un momento, luego se dio la vuelta y corrió a buscar a la niñera para pedirle pomada. Volvió rápido y tocó la puerta del cuarto de Giovanni.
Durante esos días, Nicolás estaba de viaje por trabajo en el extranjero, y Clarissa iba a ver a Giovanni todos los días.
Siempre llevaba un vestidito blanco con bordados florales, y el cabello recogido en dos trenzas que se movían suavemente mientras caminaba. Sus ojos grandes brillaban como dos piedras preciosas, y cada vez que lo llamaba “Gio” con su vocecita dulce, el corazón de Giovanni se desarmaba.
Giovanni, que no tenía contacto con el mundo exterior, veía cómo su corazón de piedra se iba deshaciendo poco a poco al verla.
Hasta aquella tarde en que Nicolás regresó.
Clarissa estaba sentada en la alfombra del cuarto de Giovanni, jugando con bloques de Lego. Cuando levantó la vista y vio a Nicolás, ella le sonrió inocentemente.
La mirada de Nicolás se volvió amenazante. Una pequeña intrusa se había colado en su ter