Giovanni escuchó lo que dijo Liliana y no pudo esconder que le molestó. En su cara, una sonrisa misteriosa y burlona mostraba que no toleraba que trataran a Clarissa así.
Hasta en ese momento, con esa mirada, Clarissa no pudo evitar distraerse un poco; había algo inquietante en la manera en que él estaba actuando. Cuando notó ese gesto, empezó a preocuparse por Liliana y las demás.
No tenía idea de cuándo Giovanni había salido, ni cuánto rato llevaba ahí, ni cuánto había alcanzado a oír.
Pero en cuanto lo vio, todo dentro de ella se tranquilizó, como si la rabia que traía hace un momento se hubiera disuelto de golpe. Se dio cuenta de que lo que había dicho Liliana no merecía que se le revolviera el estómago.
Sintió que todo volvía a su lugar, y lo único que deseaba era caminar hacia él y perderse en su abrazo.
Justo cuando seguía perdida en sus pensamientos, sin haber dicho todavía ni una palabra, el tipo que venía detrás de Liliana aprovechó para meterse en la conversación:
—Clarissa,