Las palabras de Giovanni parecían haber desarmado por completo a Clarissa.
Ella se quedó un momento en silencio, como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.
Después de un rato, Clarissa sonrió con amargura.
—Tienes razón, ¿cierto? —dijo, su tono claramente reflejando que, aunque se resignara a aceptar la realidad, seguía triste.
Fue Clarissa la que se equivocó, fue ella la que fue tonta, la que subestimó a Tatiana.
—Tatiana no te importa, y tú no necesitas preocuparte por ella. Sentirse triste por alguien así es un poco bobo —Giovanni la miró y suspiró, con un aire de cansancio.
Clarissa era muy inteligente, pero a veces se dejaba llevar por sus sentimientos. Si no fuera por eso, no habría seguido con la familia Ferrucho, arrastrada por sentir que les debía algo.
—Después de esto, no deberías verla como amiga —dijo Giovanni, sus palabras alcanzando a Clarissa.
—Es cierto, ya lo sé. Ya no tengo nada que ver con Tatiana —respondió Clarissa, firme.
Tatiana ya no era su amiga.
Cla