Ella se casó y él ni se asomó, ni siquiera estaba en el país.
Por eso, Clarissa siempre pensó que si Giovanni había llegado a sentir algo por ella, tuvo que haber pasado después, en esos tres años en los que volvieron a cruzarse. Tal vez ahí fue que le pegó el recuerdo de infancia que compartían sin saberlo.
Salvatore también había dicho que Giovanni, en su momento, intentó aprender a hacer pasteles en casa solo porque a ella le encantaban los de nueces. Pero el heredero Santoro, aunque sabía cocinar, con los postres no tenía mucho talento: la primera vez le salió una masa negra como carbón; la segunda, crudo por dentro y quemado por fuera. Por fuera parecía de chocolate, pero por dentro era un desastre. Al final, Giovanni se rindió y, antes de arriesgarse a fallar otra vez, se levantó de madrugada para hacer fila en una pastelería solo para conseguirle el que más le gustaba.
Eso… eso sí era algo que él haría.
Giovanni, ese hombre que frente a todo el mundo parecía tan distante, tan se