Dylan me había avisado que esa noche tenía programado un stream. Participaría en el podcast de un creador de contenido británico, que solía transmitir en vivo pasada la medianoche europea. Considerando las ocho horas de diferencia entre el Reino Unido y la Costa Oeste, eso significaba que Dylan estaría ocupado a partir de las cuatro o cinco de la tarde.

No que ese horario lo entusiasmara, pero su anfitrión tenía más de dos millones de suscriptores, y la colaboración le permitiría ser visto por miles de personas que jamás habían escuchado hablar de él, de modo que había aceptado sin objeciones.

Así que cuando llegué a casa, él ya llevaba un par de horas encerrado en su estudio con todo lo necesario para sobrevivir hasta la madrugada si era necesario.

Como todavía no instalaba la aislación de sonido en el interior del estudio, oía su voz desde la cocina mientras me preparaba la cena. No alcanzaba a entender lo que decía, aunque reconocía su tono serio de cuando di