Jamás pensé que mi primer abrazo con papá después de años sería de esta forma, una simple caricia a la imaginación ya que solo llegue a traspasar su cuerpo, casi cayendo al suelo de lleno si no fuera gracias al dios de la muerte, que evitó mi caída.
Lágrimas amargas se derramaban por mis mejillas, apenas capaz de poder articular palabras correctamente o siquiera mover mis manos con coordinación.
¿Por qué murió mi papá?
Aún era un hombre joven, el abuelo vivió hasta los 90. Aún faltaban poco más de cuarenta años para eso.
¿Por qué…?
—¡Deja a mi hija, dios de la muerte!
—¡Eh, calmese!
—¡Mi hija aún es joven, no la dejé morir y llévela de vuelta al mundo de los vivos, no sea un miserable! —limpié mis lágrimas y miré a mi papá, alterado y tomando piedras del suelo, lanzando estás a Moros, quien protegió mi cuerpo con el suyo.
¿Cómo sabía mi papá que estaba aquí?
—¡Hey, espera- joder!
Una piedra dio contra Moros, justo en el ojo. Que humillante puede ser para un dios ser herido por una si