A la mañana del día siguiente, el día comenzó con el recibimiento de una gran bolsa llena de dinero por parte de Moros.
Una acción que me hizo verlo con una suave sonrisa, después de todo al final si cumplió con lo dicho.
—Es mucho.
—Solo 200.000 francos. ¿Crees que sea suficiente para una casa? —preguntó con ignorancia, después de todo sus días en el mundo de los humanos son contados.
—Pues… hasta para dos.
—Eso es bueno. Podríamos ir a comprar una ahora, así puedes salir de este lugar.
Pestañee unas cuantas veces, rebosante de incredulidad ante los planes de Moros.
El orden de sus prioridades es diferente al mío, claro está.
—Deja que yo lo administré. —Comencé a contar el dinero, separando este en dos partes iguales. —Siendo rey de todo un reino, pensé que serías mejor administrando.
—Los muertos no necesitan que les administre negocios, ni mucho menos que les compré un hogar. Ellos descansan eternamente siendo arrastrados por las corrientes del gran río del inframundo.
—Eso debe