Cuando tome asiento al frente de esa mujer, un mal presentimiento viajo por todo mi cuerpo hasta reflejarse en una mueca en mis labios.
La primera señal de que pude cometer un grave error al frente de esta mujer.
—Yo apuesto este collar de oro. —Un collar más valioso que solo su peso en oro al ser poseedor de hermosas gemas verdes cayó en el centro de la mesa, parece estar muy segura de si misma en ganar esta pequeña partida de cartas.
—Yo lo que sea que me vaya a pedir. —Muy arriesgado y una completa estupidez, ya que la mujer podría ser capaz de pedir que trabaje esclavizada para ella el resto de mi vida o que le pague el valor de su collar en un valor de francos.
No estoy loca al decir que ese collar es muy valioso, no dede ser nada en comparación a toda la fortuna que debe poseer está mujer como para que lo apueste tan a la ligera.
—Muy bien. Las apuestas ya fueron hechas, si te retiras significa la victoria del contrario. Así que créeme, rendirte no está entre tus posibilidades.