Nunca fui la más grande fanática de los viajes a largas distancias, los repudió desde el momento que tuve que salir de mi pueblo y afrontar la desagradable experiencia de que Rayn me obligará viajar con el chófer por la tan ridículo y gran razón de que sus ojos repudiaban el tenerme cerca.
Una vergüenza muy grande, para ser sincera.
No tuve los ánimos de ver los paisajes a mi alrededor, las montañas elevarse en el horizonte y el cielo perderse entre el verde de ese manto de vida. Siendo tan joven y considerando mi existencia pérdida, admirar como la vida se vuelve cada vez más hermosa a mi alrededor solo me destruiría.
Este viaje en especial me da algo de tranquilidad, tomar el carruaje fue toda una osadía de negociaciones con el chófer quien quería cobrarme 100 francos por llevarme hasta Francia. Las órdenes de Moros donde me decía que tenía que irme lo antes posible no lograron ser cumplidas, ya que el hombre solo accedió a llevarme cuando pasaron las horas y con la puesta del sol,