Como un animal asustado, no me apartaba de la protección de mi sillón.
Si, días anteriores siempre venían personas a buscarme para regalarme comida que le pueda dar a Rayn o el cartero que suele dejar los recados o cartas recibidas a este domicilio.
Pero en ninguno de esos días me tocó abrir la puerta de casa después de haber tenido un encuentro tan comprometedor con un hombre.
Y mucho menos me tocó abrir la puerta mostrando cierta carencia de prendas que usar, después de todo mi vestido que suelo usar casi todos los días sufrió ciertos daños anoche y debido a que aún eran tempranas horas de la mañana, no lo he remendado.
—¿No vas a abrir? —Pregunto Moros a un lado de mi, su tranquilidad es una cualidad que no logramos compartir en un momento como este donde solo quiero estrangularlo por haber roto mi tan preciado vestido.
—No.
—Puede ser importante.
—Si es el cartero, solo dejará los recados en el suelo.
—¿Y si no lo es?
—Pues por mi que se vaya.
—Ay que mujer.
—No me comiences a fas