Hardin
Mantuve mis ojos fijos en la pantalla, mientras seguía escuchando las informaciones por teléfono. Por fuera, no había ninguna demostración de flaqueza o tristeza, pero por dentro sentía ganas de quebrar la sala entera. Cuando finalmente colgué el teléfono, marqué para mi asistente.
– Señorita Clarke.
– ¿Señor? – Su voz sonaba irritante por primera vez. Nunca me
había ocurrido lo mucho que me gustaba oírla antes.
– Venga a mi sala inmediatamente. ¡Ahora!
Esperé por cerca de cuarenta segundos hasta que ella abriera la puerta de mi sala. Parada allí, agarrándose al marco, ella me encaró con su mirada confusa e inocente. Pero yo ya no la veía más como un ser inofensivo e incapaz de traicionarme. Yo no la veía más como alguien en quien pudiera confiar mi vida, y demonios, esa empresa era todo para mí. Era mi familia. Yo sacrifique demasiado por ella, para desistir por alguien así.
– Siéntese, por favor.
– Sí, señor. – Sus ojos aún evitaban mirarme, y en aquel momento, yo sabía exact