Livy Clarke.
Sentía mi corazón doler como si me engañaran una vez más. Estaba sintiendo aquel dolor intenso mientras miraba desde el balcón de mi apartamento. Lugares más bajos, porque no quería acordarme de Hardin cada cinco minutos. No sirvió de mucho. Miré al horizonte y la luz de la luna brillaba intensa, peleando con la claridad de la ciudad que nunca duerme. Podía ver una niebla flotando cuando él surgió. Era como presenciar la aparición de un vampiro. Aquella ropa oscura, el abrigo negro. Estaba allí, apoyado en una pared, observándome. Hardin solía hacer eso todas las noches desde que nos separamos.
Lo miraba desde lo alto del balcón y saludaba con la mano. Esa era nuestra mayor interacción. Dos meses habían pasado y ya no salía más de casa. La depresión me estaba matando por dentro y nadie podía saberlo.
No lo obligué a renunciar a sus propias hijas. Juan se las llevaba dos veces por semana. Casi no nos veíamos más. Ya no salía a pasear con él. Toda mi diversión se resumía a