Livy Clarke.Sentía mi corazón doler como si me engañaran una vez más. Estaba sintiendo aquel dolor intenso mientras miraba desde el balcón de mi apartamento. Lugares más bajos, porque no quería acordarme de Hardin cada cinco minutos. No sirvió de mucho. Miré al horizonte y la luz de la luna brillaba intensa, peleando con la claridad de la ciudad que nunca duerme. Podía ver una niebla flotando cuando él surgió. Era como presenciar la aparición de un vampiro. Aquella ropa oscura, el abrigo negro. Estaba allí, apoyado en una pared, observándome. Hardin solía hacer eso todas las noches desde que nos separamos.Lo miraba desde lo alto del balcón y saludaba con la mano. Esa era nuestra mayor interacción. Dos meses habían pasado y ya no salía más de casa. La depresión me estaba matando por dentro y nadie podía saberlo.No lo obligué a renunciar a sus propias hijas. Juan se las llevaba dos veces por semana. Casi no nos veíamos más. Ya no salía a pasear con él. Toda mi diversión se resumía a
Livy Clarke.—¡Estás embarazada! —Gritó Juan.Corrí hacia él, cubrí su boca escandalosa con mis manos pequeñas. Sus ojos aún estaban muy abiertos. Cuando me apoyé en él, los ojos de Juan bajaron, mirando mi vientre.—¿Te vas a quedar quieto?Él negó con la cabeza. Sabía que podía confiar en él porque, en momentos como aquel, Juan ya me había protegido antes—. ¿Estás embarazada? ¿De quién?Bajé la cabeza, sintiendo el dolor retorcerme por dentro. Aquello no era tristeza, sino un espasmo violento que solía venir antes de mis medicamentos.—Sabes muy bien de quién es.—¿Tuviste una recaída y no me lo contaste? Él no me dijo nada.—¿Él? ¿Tú y Hardin se volvieron amigos ahora?Juan negó con la cabeza, orgulloso. Demostraba lo mucho que aquello lo satisfacía. No podía entender aquella relación de amor y odio. Los dos apenas podían estar en el mismo ambiente por más de un minuto, pero ahora eran amigos de la infancia.—¡De hecho, él me pidió disculpas por todo! —Juan alzó la cabeza. Aquello,
Hardin Holloway.No he hecho nada en la vida más que observar a Livy Clarke. Inicialmente, solo sentía la falta de volver a casa. Claro que nunca viví en aquel apartamento. No me gustaban los pisos tan bajos. Pero ella era mi casa. Mi hija era mi casa. Cuando la vi allí, en el balcón, agradecí que le gustara tanto estar cerca del suelo. Solo así aún podía mirarla todos los días. Entonces, me sentaba en aquella acera, con un traje muy caro y de una manera sospechosa, esperaba que apareciera.La primera vez que apareció en la ventana, ni siquiera me miró. Pero podía ver aquellas lágrimas todos los días, sin fallar ni una sola vez. Y mierda, aquello me estaba destrozando. Destruí a la mujer que amo a cambio de una venganza por alguien que ya no me importaba. No quería saber si Maila aún estaba viva o muerta. Pero lo jodí todo por ella y por un hermano que estaba preso por intento de asesinato... Si el viejo Holloway aún estuviera vivo, enterraría a Daren en aquella celda para siempre. Nu
Hardin Holloway...Quería matarme. Quería abrir este maldito balcón y tirarme desde arriba. No conseguía pensar en una mierda peor. Ya había lastimado a Livy y ahora sabía que terminaría de enterrarla en su propio dolor. Estaba con dolor. Sentía asco de mí mismo. Me odiaba.Aquel día había perdido la cabeza. Creí que nunca más la tendría de vuelta. Y creí que no me importaba lo que sucediera antes porque, al final de todo, ella ya no estaría aquí. Pero ahora, sería padre de un bebé con aquella mujer y tendría que soportarla por el resto de mi vida. Cometí una estupidez tan grande que ni siquiera podía creer tanta torpeza.Me giré cuando los hombres entraron en la sala. Aún estaba fumando un cigarrillo tras otro. Sabía que mis pulmones no aguantarían mucho tiempo a ese ritmo. Tal vez, realmente estaba intentando matarme, aunque de forma inconsciente. Mierda... ¿Qué hice con mi vida? ¿Cómo terminé aquí?Aún podía recordar al viejo Holloway intentando convencerme de que Livy Clarke era l
JuanSimplemente, estaba viajando en mi descapotable amarillo. No podía dejar de pensar en lo que Livy me dijo. Lo sé, lo sé, debería guardar secreto. Tenía que guardar ese maldito secreto, y lo sabía. Pero, ¡ay!, Hardin tenía que saberlo. Conocía a mi amiga y sabía que no tenía el valor de contarlo, pero quería que él luchara por ella hasta el final.Conocía los sueños de Livy Clarke y sabía que cuando viera a aquel hombre babeando por una barriga de embarazada muy linda, no se resistiría. Sabía que toda su rabia acabaría pasando y estaba segura porque, por lo que sé, aquella noche fue la mejor de su vida. Incluso cuando aún estaba con Hardin, siempre me contaba lo especial que había sido la primera vez. Al final, las dos sabíamos que acabaría volviendo con él en algún momento. Yo no era una traidora, solo estaba intentando ayudar, de nuevo...Aparqué el coche en la planta baja y entonces bajé. Sentía que mi corazón estaba a punto de bailar una samba de carnaval. Apreté el botón del
Hardin Holloway—¡Habla! Di cómo lo supiste.—Yo... Eh... —Juan tenía las manos pegadas al pecho, como si alguien las hubiera pegado allí. Tenía los ojos más abiertos que jamás le había visto.Yo estaba empezando a enloquecer. ¿De qué estaba hablando? ¿No esperaba que supiera lo del bebé? Era obvio que Maila lo tenía planeado todo el tiempo y solo yo no lo vi.—¡Maila está embarazada de ti! —Gritó Heric—. ¿Cómo así?—¡Habla bajo, joder! —Grité.Heric se llevó las manos a la cabeza, dio un único giro, como si estuviera tan desesperado como yo—. Pensé que odiabas a esa mujer. ¿Traicionaste a Livy? ¿Fue por eso que te dejó?—¡No la traicioné! —Afirmé—. Ella lo sabía.—¿Lo sabía? ¿Ella estuvo de acuerdo? ¿Cómo? ¿Qué...?—Claro que no, idiota. Dormí con esa imbécil antes de volver con Livy. Ella lo sabía. De hecho, me impidió cometer una locura ese mismo día...—Locura fue lo que hiciste durmiendo con ella. ¿Dónde tenías la cabeza?—¡No tenía cabeza! ¡Ese fue el puto problema!Heric aún no
Livy Clarke—¿Qué te pareció? —Miré a mi mejor amigo.Juan parecía distante. Su mirada perdida, no parecía encontrarse en ningún lugar. Volví a mirarme en el espejo, poniendo las manos en la cintura. Me giré hacia un lado, después hacia el otro. Mi sonrisa aún parecía muerta, casi apagada. Me esforzaba por mantener algún resquicio de buen humor en mis labios rosados.—¿Está tan mal?—¿Qué? —Preguntó Juan. Parecía finalmente salir del trance en el que se había metido.Lo encaré. Estaba tan preocupada por mi amigo. Sabía que me sentía muerta por dentro, pero ¿y él? Juan no me había dado una de sus sonrisas humorísticas desde que entró por esa puerta.—¿Todo bien?—Sí. Sí, todo está genial.Aún lo estaba mirando. No importaba cuánto lo negara, aquel tono era de lamento. Casi una pena. Un luto.—Sé que no estás bien —Caminé hacia él. Tomé sus manos que siempre estaban tan heladas. Finalmente me miró—. ¿Qué te pasó? ¿Quién te lastimó así?—Una persona cualquiera. No te preocupes por eso —J
Hardin HollowayApreté el nudo de la pajarita como si fuera la horca atada a mi cuello. Estaba disperso, inquieto. No conseguía dejar de mirar la maldita puerta. La fiesta estaba tranquila. La música sofisticada de jazz que sonaba de fondo solo funcionaba como una perdición. Mi mente volvía a Livy una y otra vez. Ella simplemente huía de mí. No podía siquiera pensar en ella. Ya no tenía el derecho. Aun así, no conseguía dejar de mirar aquella puerta. No podía dejar de preguntarme si ella finalmente saldría de casa.Los invitados llegaban, sentándose cada uno en sus mesas. Heric trajo una bebida y yo la tomé, volcándola de un trago. Él me miró como si el acto fuera un error. Sabía que se arrepentía de haber traído alcohol. Yo era como un cuerpo en llamas y el whisky fue el combustible perfecto.—No pareces bien.Me froté el rostro. Mis ojos aún se pegaron a la puerta. Era una mierda que no conseguía dejar de pensar en ella, aun deseándolo tanto—. No estoy...—¿Crees que Maila aparecerá