No tienes que ir...
Hardin Holloway
Aún no había decidido si estaba más cabreado, porque ella me mintiera o porque ahora estuviera desnuda delante de cinco hombres.
Encaré a aquel imbécil y no me importaba que fuera el presidente. Podía ser el papa y aún le partiría la cara con la misma intensidad.
– Entonces tú también me estás engañando... Es bueno saber que eres una zorra, Clarke.
Sentía que ella tenía la cabeza enterrada en mi espalda. Sus manos sujetaban mi abdomen mientras me abrazaba cada vez más fuerte. Tan desnuda y tan vulnerable. No había ni una pizca de excitación en mí en ese momento. Solo un vientre grande pegado a mí y un bebé que no paraba de patear. Eso me llevó directamente al momento en que Livy y yo éramos felices, con la llegada de Maive.
– Ella no engañó a nadie, pero por lo que entiendo, tú, por otro lado... – Encaré aquel semblante ridículo. – No fue una sorpresa. No esperaba menos de alguien como tú.
Lewis sonrió. – No soy yo el que fue pillado dentro del baño con el amante. ¿No