16

Después de hablar con Fátima ese día, Kiara volvió a casa de Martiniano. Cuando estaba a punto de abrir la puerta de la casa, sonó su teléfono.

Se lo acercó a la oreja y contestó. Hola, casualmente, ya que no sabía de quién se trataba.

—Hola, señorita Morrison, soy Mateo Felix—, llegó la respuesta, y Kiara sintió que el corazón se le aceleraba de repente.

—Hola—, no pudo resistir el tartamudeo. No se esperaba la llamada.

—¿Estás bien?—, preguntó tras una pausa.

—Estoy bien. Gracias por preguntar—, dijo ella, alejándose de la puerta y dirigiéndose a una zona más privada; el jardín.

—No hay problema...—, se interrumpió. —Sólo llamo para confirmar para el lunes—, dijo, un poco esperanzado.

Sin dudarlo, contestó con un alegre ¡Sí! y luego se aclaró la garganta.

—Sí, seguro que estaré allí—, contestó en un tono más calmado.

Él soltó una leve risita.

—De acuerdo. Estate aquí a las ocho—, exclamó.

Kiara sonreía.

—Allí estaré. Gracias.

—Nos vemos entonces—, concluyó antes de colgar el telé
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