Ni siquiera podía pensar con total claridad.
El coche avanzaba por la avenida en silencio.
Eric iba al volante, con la mirada fija en el camino, pero la mente en otro sitio. El semáforo cambió a rojo y él ni siquiera lo notó hasta que el claxon de otro coche lo obligó a frenar. Respiró hondo y apoyó los dedos contra el volante, intentando calmar el impulso de dar media vuelta y buscarla.
¿Por qué era tan difícil decidirse? ¿No se supone que ya había dicho que no la buscaría?
Cyril tenía razón, la situación se le estaba saliendo de las manos y debía ser más duro con Amanda.
No podía olvidar que todo era planeado por ella… y solamente ella. ¿El hecho de que ella tenga a sus hijos en su vientre ya le daba el poder sobre é? ¿Realmente era cierto?
El teléfono vibró en el asiento del copiloto. Lo tomó sin mirar el identificador.
—¿Sí?
Era Claudio. Su voz sonaba tensa, quebrada por los nervios.
—Señor… —empezó, dudando—. No sé si debería molestarle, pero… la señora Amanda no responde. Llevo