MOLLY DAVIS
Cuando Alexei por fin me soltó, tomó mis manos y trató de esconder que no estaba preocupado por mi decisión, pero en el fondo se notaba que tener un hijo le había causado una ilusión tan grande que decirle que quería perderlo lo rompería.
—Tú eres lo único que quiero… —susurró y besó mis manos con ternura—. Lo que sea que decidas, yo te apoyaré.
—Si decido tenerlo, tendrás que cuidarnos al doble —dije angustiada—, y llegará un momento en que la poca agilidad que tengo la perderé.
—Mi vida es tuya, Molly, si decides tenerlo… los protegeré hasta del viento… —dijo con la voz cargada de compromiso y le creí, pero… también me di cuenta de que tener al bebé sería ponerlo en peligro a él también.
Asentí y lo abracé por el torso, con el corazón acelerado, intentando pensar en lo que tenía que hacer. ¿Qué era correcto? ¿Sobrevivencia o maternidad? Cerré los ojos y me sentí protegida entre sus brazos.
—Tengo que pensarlo —susurré contra su pecho mientras sus manos me acariciaban