ALEXEI MAKAROV
—Créeme… cuando las ves en vestido blanco, las cosas cambian mucho —dijo mi padre dándome una palmada mientras Nadia me acomodaba la corbata frente al altar.
El lugar estaba vacío, ellos eran los únicos testigos de lo que ocurriría, y el fotógrafo que habían contratado para capturar recuerdos de la mentira.
—Verás que esto no es tan malo como crees, Alexei —agregó antes de ir a decirle algo a una de las sirvientas antes de que esta entrara a la casa, de seguro para ir por ella.
—Solo no te enamores —susurró Nadia antes de levantar la mirada hacia mí. ¿Cómo podía decirle que era demasiado tarde? No era necesario, ella ya lo sabía, por eso me lo decía—. El amor arruina todo, lo sabes. Te vuelve vulnerable. Con ella no. ¿Entendido?
Solo sonreí de medio lado, sin poder responder, lo cual aumentó la tensión en Nadia. Entonces levanté la mirada al cielo y traté de pensar en Anna, en su sonrisa, en ese momento antes de la desgracia, pero sentía que cada imagen atesorada en