RACHEL MONROY
Todo me daba vueltas. El golpe contra la barra había hecho que me doliera la cadera. Además, mi tobillo punzaba, el hombre me había agarrado con tanta fuerza que me había lastimado. Por un momento me sentí desconectada de la realidad, los ruidos llegaban a mis oídos como si me encontrara debajo del agua, cuando entonces lo vi, era Shawn golpeando al tipo que me tiró.
Solo lo veía levantando sus puños mientras la sangre salpicaba todo. Poco a poco la adrenalina hizo que el alcohol en mi cuerpo se evaporara. Los gritos se volvieron más audibles. La gente salía corriendo, otros, los más curiosos, se quedaron al margen, viendo, pero sin intervenir.
De pronto la abogada dentro de mí, que parecía haber regresado, me gritó que Shawn se metería en problemas si mataba a ese hombre. No valía la pena.
De un salto bajé de la barra. Casi caigo, el tobillo me dolió. Tuve que sujetarme del banquillo para volver a estabilizarme.
—¡Shawn! —grité con voz arrastrada, sintiendo vergüenza