DAMIÁN ASHFORD
—Damián, ¡por favor! ¿De dónde sacas todo eso? —preguntó divertida, adentrándose en la casa. Aunque su actitud era como una piedra en el zapato, curiosamente no me sentía explosivo ni iracundo, simplemente anestesiado, incapaz de sentir algo—. Me parece una falta de respeto que hables de esa manera de mí. Después de todo no fui yo quien regaló la mitad de la empresa y bienes a una completa desconocida.
»¡No! ¡Peor! A una bastarda. El recuerdo constante de que una mujer sin amor propio se esforzó por atrapar a tu padre y alejarlo de nosotros —giró hacia mí, con la mirada cargada de rencor—. ¿Cómo pudiste?
—¿Por qué hablas como si papá no hubiera tenido opciones? ¿Sí sabes que él fue quien decidió quedarse con la madre de Camille en vez de nosotros? —pregunté escéptico y de pronto recibí una bofetada que me hizo torcer el rostro.
—¡Nunca hables mal de tu padre! ¡Él nos dio todo! ¡Te entregó su trabajo de años, su esfuerzo, cada gota de sudor y sangre! ¡¿Qué hiciste?! —g