DAMIÁN ASHFORD
El camino fue silencioso, traté de no pensar mucho. Conforme el auto avanzaba reconocía por donde pasábamos. Ahí estaba el parque donde tantas tardes mi madre me llevó a jugar. El centro comercial donde comíamos helado. La tienda de ropa donde ella se aseguraba de que tuviera el mejor traje para la graduación.
Todos esos años donde mi padre fue una figura ausente, donde se dedicaba al trabajo y a su segunda familia sin que yo lo supiera. Mi madre lloraba por las noches su ausencia, ahora no sabía si era por dolor y miedo a perder su amor, o por rabia de saber que alguien se acercaba peligrosamente al dinero de mi padre y a su vida perfecta llena de «confort» y «estatus», pero por las mañanas se mostraba como la mujer fuerte y determinada que conocí y que dominó muchos aspectos de mi vida… hasta casi arruinarla.
La camioneta se estacionó a unos metros, sobre la misma calle de su mansión, donde fingimos por tantos años ser una familia. No sentía miedo, tampoco duda, era