CAMILLE ASHFORD
Esa loción tan característica y varonil, a cuero, amaderada, fresca y con un toque de tabaco. Levanté la mirada y me encontré con esos hermosos ojos turquesa que derritieron mi corazón. Aunque mi cuerpo dolía no pude evitar sonreír.
—Lucien, estás aquí… —murmuré escéptica. No podía creerlo. Era como si hubiera aparecido por obra de magia—. En verdad eres real.
—Siempre estaré cuando me necesites —contestó dejando un suave beso en mi frente mientras me llevaba en sus brazos.
¿No es eso lo que una mujer necesita? Un hombre que siempre esté en las malas se merece estar en las buenas, ¿no?
LUCIEN BLACKWELLEl silencio se volvió profundo por un par de segundos. Todo el equipo médico se vio entre ellos, con miedo, hasta que Camille se quejó adolorida. Estaba tan cansada que sus gimoteos eran similares a los de un gatito con frío. El corazón se me partió en miles de pedazos y regresé a ella, tomando su mano entre las mías con desesperación.—¡Preparen el quirófano! ¡Quiero al anestesista listo con la epidural! ¡Haremos una cesárea de emergencia! —gritó el médico encargado haciendo que todos se movilizaran.—Estarás bien —susurré acariciando con ternura el rostro de Camille—. No puedes dejarme… te lo dije, no podría con el dolor. Tienes que ser fuerte por n
LUCIEN BLACKWELLPosé la mano en mi pecho, dolía, como si mi corazón estuviera congelado y cada latido que diera fuera doloroso por quebrar ese hielo, encajándose las frías astillas, desangrándome por dentro. El silencio de Damián solo me confirmó que estaba de acuerdo conmigo. No me sorprendía. Lo había visto junto a Andy. ¿No estaría dispuesto a hacer lo mismo que yo, si ella le faltara? Tal vez le costaría por los niños, pero sería una idea que nunca lo abandonaría y cada día anhelaría la muerte para volver a estar con ella. —Camille le ha dado un sentido diferente a todo, y me gusta, se siente bien. —Tragué saliva con dificultad—. Ella es mi libertad y esa última pulgada de bondad que siempre me pidió mi hermana conservar. Con Camille… se siente tan bien estar vivo. »Y sé que entiendes muy bien a lo que me refiero. Lo sé por cómo miras a Andy.Damián me respondió con su silenciosa calma. Comprendía lo que decía, porque él también lo vivía, porque él era igual que yo. —¿No es c
LUCIEN BLACKWELLLas enfermeras se vieron entre ellas con sorpresa y las mandíbulas desencajadas.—Bueno, cuando te amenaza un mafioso es difícil decirle que no —refunfuñó Damián a mis espaldas, mientras Andy brincaba de la emoción con lágrimas en los ojos y se aferraba a la manga de su hombre. —¡Está vivo! ¡Damián! ¡Somos tíos! —exclamó al borde de la histeria mientras yo dejaba a mi hijo de vuelta en la cuna, esta vez llorando y retorciéndose, con un aire de indignación que me hizo sentir orgulloso. —Digno hijo de Camille… —susurré acariciando su cabeza—. Igual de necio, igual de fuerte. —Es un milagro… —dijo la primera enfermera, cerrando la cunita sin dejar de ver al bebé dentro, uno que había salido muerto, pero que ahora parecía más vivo que cualquiera de nosotros. —No, al parecer solo es un Blackwell —contestó la segunda enfermera y la vi directo a los ojos, entonces la reconocí, era la misma que me había amenazado cuando vio los moretones en la piel de Camille—. Nos volvem
LUCIEN BLACKWELLMe moví con cuidado, viendo como el personal levantaba y limpiaba el interior del quirófano, mientras mi bello ángel se mantenía en la cama, con esa mascarilla de oxígeno en su rostro mientras el anestesista le tomaba el pulso. En cuanto el hombre, ya entrado en años, me vio acercarme, sonrió por debajo de su cubrebocas, lo supe por cómo sus mejillas parecían querer salirse por encima de los cordones. —Pero si es el esposo asesino… acérquese, ya lo peor pasó —dijo divertido antes de regresar su atención a su reloj. Parecía estar comparando lo que marcaba el monitor con lo que sus dedos percibían en la muñeca de Camille—. Hable con su esposa. Aunque parece anestesiada, ella lo puede oír y eso le ayudará a encontrar el camino de regreso más rápido. »Me parece que ya lo hizo con su hijo allá afuera, o eso es lo que dicen. Aquí los rumores vuelan.Después de mis amenazas y gritos, me sorprendía que este hombre se tomara mi presencia con tanta calma. En completo silencio
CAMILLE ASHFORDCon cuidado Andy me ayudó a sentarme en la silla de ruedas y me peinó torpemente con sus dedos, acomodando mis cabellos en un chongo. —Bueno, dadas las circunstancias es lo mejor que puedo hacer, pero tú siempre te ves hermosa —dijo con media sonrisa antes de ponerse detrás de la silla y comenzar a empujarme—. Anda, vamos a que conozcas a tu pequeño. Conforme avanzábamos sentía que mi corazón se me saldría del pecho. Quería levantarme de la silla y salir corriendo en su búsqueda, mis brazos se sentían vacíos. Entonces nos acercamos al pasillo del área de pediatría y me quedé sin palabras.Lucien estaba parado en medio de todo el caos que siempre implicaba un hospital. Con esa elegancia que lo caracterizaba. Su abrigo negro descansaba sobre sus hombros, mientras en sus brazos acunaba a nuestro bebé, viéndolo con adoración y una sonrisa que quería grabarme para siempre en la memoria. Mi estómago se hizo pequeño en cuanto escuché el llanto de mi hijo, y la paciencia y
DAMIÁN ASHFORD Desde el pasillo podía ver hacia el interior de la habitación de Camille. Sentía que apenas había aceptado que era mi hermanita, cuando de repente ya estaba ahí, meciendo a su bebé entre sus brazos, como una madre primeriza llena de amor y esperanza. El tiempo pasaba demasiado rápido y no me daba oportunidad para pensar. Al lado de la cama, los mellizos acechaban a su tía como tiburones listos para comerse al tipo de la balsa. Daban brinquitos, asomándose por la orilla, sujetándose al colchón, ansiosos por ver a su primo. Con gentileza, Andy los tomaba por el torso y los sentaba con cuidado en el borde, uno de cada lado para que tuvieran la mejor vista. Podía ver cómo les decía algo entre murmullos, pero por la manera en la que movía su dedo índice, como director de orquesta, sabía que los estaba condicionando. Tendrían la oportunidad de estar cerca de Camille y ver a su primo, solo si se portaban bien, y así lo hacían, calladitos y con las manitas en el regazo, veía
DAMIÁN ASHFORDLas palabras de Lucien causaban eco dentro de mi cabeza y odiaba admitir que pensaba igual que él. Si Andy me faltara, si algo le pasara, si ella un día decidiera alejarse de mí. ¿Tendría la fuerza para querer despertar un día más? La respuesta era clara, y la misma que Lucien había dado. No podía vivir sin ella. No valía la pena hacerlo. —¿Quién lo diría? Damián Ashford: filántropo de buen corazón, es un tema turbio —agregó Lucien torciendo su sonrisa y negando con la cabeza—. Somos la misma mierda, Ashford. Las revistas y periódicos se preguntan cómo llegaste tan lejos siendo tan joven… ahí está: transformaste la empresa familiar en un negocio muy peligroso que has sabido manejar durante años. —¿Ahora entiendes por qué no me molesta que esté en tus manos? Ahora que está en juicio…—¡Qué hijo de puta! —me interrumpió y por fin volteó hacia mí—. Si descubren lo que estás haciendo… Si encuentran pruebas suficientes para encerrarte…—Los dos nos pudriremos en la cárcel
LUCIEN BLACKWELLCada vez que me metía a mi invernadero me gustaba poner algo de música clásica. Había escuchado que ayuda mucho en el crecimiento de las flores, tal vez por eso las rosas florecían de esa manera, con tantos pétalos que le daban una apariencia esponjosa, y de un rojo oscuro, como el de la sangre venosa. ¿Cómo lo sabía? Porque también como asesino se aprende mucho. No es lo mismo cortar la vena yugular que la arteria femoral. El color, la presión y el tiempo de muerte son muy diferentes. Entre mis rosas me embargaba una paz que me desconectaba del exterior. Comencé a cortar con delicadeza, una por una, sin dejar de pensar en Camille. Hoy la darían de alta junto a mi hijo. Por fin los tendría para mí, mi familia. Mi hermosa mujer y mi querido hijo, las dos partes de mi corazón, hasta que Camille decidiera darme un hijo más, de esa misma manera se fragmentaría mi amor que era incondicional hacia ellos. Entonces la vi por el rabillo del ojo, perturbando mi calma. Mi cu