ROCÍO CRUZ
Antes de poder contestarle escuché ese característico sonido de llantas de auto avanzando lento sobre el asfalto, suficientemente cerca para que pudiera percibirlo. Vi por encima de mi hombro un auto negro con las ventanas negras. Mi corazón se aceleró y mi estómago se hizo pequeño.
—Donna… te tengo que colgar —susurré tragando saliva con dificultad.
—¿Tienes que correr? —preguntó angustiada.
—Tengo que correr —contesté antes de colgar en el mismo momento que la puerta del conductor se abrió. Mis piernas se tensaron y antes de que el hombre pusiera un pie en la acera, yo ya estaba corriendo desesperada como si mi vida dependiera de eso, mientras por dentro
ANDY DAVIS—Señorita Davis, no pensé que nos volveríamos a ver —dijo Nick con una sonrisa amplia, como si fuéramos viejos amigos. El mismo hombre de R.R. H.H. con el que había convivido de cerca cuando trabajé para Damián sin saberlo—. ¿Qué haces por aquí?—Lo mismo pregunto, ¿no se supone que trabajas en otra sucursal? —pregunté con una gran sonrisa mientras caminábamos juntos en el interior del edificio.—Despedir a Smith me hizo ganarme un ascenso —contestó con la frente en alto—. Ahora coordino el área de Recursos Humanos de toda la empresa.—Me alegra —dije con sinceridad, pues parecía un buen hombre—. Yo&h
ANDY DAVISSostuve el aliento mientras caminaba por ese pasillo de un par de metros. Luces blancas y pálidas iluminaban todo desde abajo. Los muebles pegados a las paredes eran de acero pulido. Todo parecía demasiado pulcro, demasiado ordenado, demasiado ajeno a Damián, o eso creía.Abrí uno de los cajones y encontré varios pasaportes apilados, de diferentes colores y nacionalidades. No solo eran de Damián, con otros nombres y otros datos, también había pasaportes para mí y los niños, bajo otras personalidades.Comencé a sentirme mareada y con dolor de estómago.Había más cajones, con dinero apilado de manera minuciosa en montos de diferente valor. Incluso me arriesgaba a decir que los billetes parecían nuevos, recién salidos del banco. ANDY DAVIS—Eso hubiera sido lo más inteligente de mi parte —contestó Damián por fin, viéndome directamente a los ojos—, pero no lo hice. No podía sacarte de mi cabeza. No podía dejar de pensar en ti y de anhelarte.»Me volviste loco, Andy. —Dio un paso hacia mí, el mismo que yo retrocedí. Entonces echó un vistazo a sus empleados, que aún esperaban en silencio, como estatuas—. La empresa es real, y genera resultados reales, pero hay más de fondo.Con un movimiento de cabeza hizo que los tres abandonaran la oficina, dejándonos solos. Podía sentir el peso de las circunstancias aplastándome, y mi pecho vacío, sin aire.—¿Por qCapítulo 165: Vomitando el miedo
LUCIEN BLACKWELLNo creí que jugar con los niños por un breve momento fuera suficiente para condenarme el resto del día. León y Victoria me seguían como soldaditos a cada rincón. Ni siquiera mi chofer era tan comprometido con cuidarme las espaldas como ellos.Si estábamos en la mesa se sentaban a mi lado. Si estaba en mi despacho ellos se quedaban jugando en la alfombra. Si salía al jardín se la pasaban brincando como conejitos alrededor de mí. No solo era extraño, no sentía que fuera la clase de hombre que se merece la fascinación de niños tan pequeños, sino que también me restaban un poco de oscuridad. No podía verme amenazante si ellos se la pasaban tomándome de la mano o abrazándose a mis piernas, pero curiosamente, no me molestaba, eran bastante tiernos.—Te aman —dijo Camille mientras arrullaba a Ángel con ternura—. Te
LUCIEN BLACKWELLEn ese momento el ama de llaves se acercó con un séquito de sirvientas y mi chofer. Caminaban con la frente en alto y las manos aparentemente vacías. Cada una se plantó detrás de cada policía, mientras que mi chofer se detuvo detrás del abogado, haciendo que los nervios y la tensión aumentaran.Las manos de los policías se posaron por un microsegundo en sus armas y antes de que el licenciado pudiera preguntar qué era lo que había pasado, las sirvientas sacaron de sus mandiles una M1191 con silenciador. Ni siquiera esperaron mi orden, pues ya la tenían. Jalaron el gatillo al mismo tiempo, reventando las cabezas de cada policía, haciendo que sus cuerpos cayeran de la misma manera, al mismo tiempo.El miedo en los ojos del se&nt
ANDY DAVIS—¡¿Embarazada?! —exclamé emocionada e inquieta. No podía sonreír más de lo que ya lo hacía. Mi corazón golpeaba tan fuerte como un tambor y de pronto no sabía si reír o llorar por la emoción. —Así es… —contestó el doctor mientras revisaba mis estudios—. Me alegra que la inseminación artificial haya dado resultados tan satisfactorios. Al parecer tienes tres semanas de gestación. El producto está bien implantado. Ahora solo falta revisar si es uno solo o gemelos.Hizo a un lado el folder con los resultados de sangre y sacó los de ultrasonido mientras sus palabras aumentaban mi sorpresa.—¿Gemelos? —pregunté ansiosa. Me faltaba la respiración. Mi esposo y yo nos habíamos esforzado tanto por tener un hijo, si eran dos, sería una bendición. —En la fertilización in vitro suele haber gestaciones múltiples, pues inoculamos varios óvulos fecundados para aumentar el porcentaje de éxito —dijo el doctor con una sonrisa mientras revisaba el estudio—, y como decía, hay dos productos qu
ANDY DAVIS—No tiene sentido hablar de eso en este momento —dijo John mientras acariciaba la mejilla de su amante y esta levantaba su mirada hacia él. Había chispas entre ellos. Derramaban miel, pero para mí era veneno puro. Cuando la chica se alzó en las puntas de sus pies para alcanzar los labios de mi esposo decidí que yo también podía jugar en este juego y salir victoriosa. En cuanto sus labios se tocaron, saqué mi teléfono y tomé un par de fotografías, tomándolos por sorpresa antes de guardar mi celular en el bolsillo. —¿Qué se supone que…? —No dejé que mi suegra indignada terminara su pregunta cuando les ofrecí a los tres una amplia sonrisa.—Se llama evidencia… —contesté mientras volvía a revisar el contrato de divorcio, esta vez con más atención y el corazón frío. Como me lo esperaba, yo no sacaría nada de este matrimonio. No me darían ni las gracias por haber desperdiciado cinco años de mi vida amando a un ingrato y soportando a una bruja como suegra. —¿Evidencia? —pregunt
ANDY DAVIS—¿Cómo que no…? —ni siquiera terminé de preguntar cuando ya me sentía mareada y con náuseas. —Lo siento tanto, créame que fue un accidente —contestó el doctor verdaderamente apenado.—¡¿Un accidente?! ¡Me acaba de decir que mis hijos no son de mi esposo! ¡¿Cómo pudieron equivocarse?! ¡No concibo que una clínica de su categoría…!—Señora, le juro que la pasante que confundió las muestras ya fue despedida —insistió el médico cada vez más avergonzado del error.Por un momento caminé en círculos dentro del consultorio. Lo que parecía un día en el que nada podría salir mal, en realidad era un día en el que todo estaba saliendo mal. Primero la traición de John y ahora eso. La encargada de fecundar mis óvulos con el esperma de John se había equivocado y ahora estaba embarazada de… ¡quién sabe quién! ¿Cómo habían dejado algo tan importante en manos de una novata? ¡¿Qué, nadie la estaba supervisando?! Bueno, era obvio que no. —Si mi esposo no es el padre de mis hijos… entonces, ¿