Después de un tiempo Dayanara salió de la oficina enfadada con Leo y él suspiró llevando sus manos a su rostro con visible irritación.
Yo en cambio, fingía tener los ojos puesto en el ordenador, pero mi atención estaba lejos de las letras.
—Georgina... no pienses mal, lo que Dayanara dijo...— intentó excusarse.
Su voz es áspera con visible cansancio, pero no tenía interés en lo que iba a decir.
—No es mi problema señor Sandro. Yo soy su empleada y la madre de su hijo, no tenemos una relación, tampoco estamos comprometidos—
Su mandíbula se tensó.
—¿Por qué reaccionas así?, no quiero que saques conclusiones equivocada sobre lo que acaba de pasar—
Entonces levantando la mirada para mirarlo a los ojos fingiendo no estar afectada le respondí.
—Y yo le estoy diciendo que no me interesa—
Ambos nos miramos fijamente unos largos segundos en silencio, queriendo decir mucho y a la vez nada.
Sus ojos tenían esa peculiar mirada oscura y a su vez temor.
Rompí el silencio y hablé.
—Ya es