¡Suplique por más!
Pagaron la habitación como cualquier otra pareja no asidua del lugar y subieron al ascensor, entre sutiles caricias que encendían cada vez más a la pecadora pareja.

—Si aún está indecisa, puede marcharse, señorita Bennett. No la obligaré a quedarse —le informó el hombre, encerrándola entre la pared de metal y sus brazos, contradiciendo las palabras que acababan de salir de su boca.

Aunque era cierto lo que dijo, en el fondo deseaba que ella se quedase, ya que si era sincero con él mismo desde el momento en que vio a su asistente con aquel vestido tan ceñido a su cuerpo como una segunda piel, durante toda la velada se imaginó varias veces arrancando esa prenda y colándose entre las largas piernas de la mujer; y ahora que estaba a nada de conseguirlo estaba seguro de que no desaprovecharía esa oportunidad.

—¡Cállese y béseme! —le ordenó Reyyan, antes de tomarlo por el saco y asaltar sus labios en un beso hambriento y desesperado.

Tal vez era el alcohol lo que la incitó a hacer eso, o
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