Después de más de un día de viaje por fin llegamos a nuestro destino, tomo la mano de Reyyan y subimos al auto que nos llevará hasta donde nos hospedaremos los siguientes días.
—Todo aquí es muy hermoso —comenta emocionada, bajando la ventanilla y permitiendo que la brisa le dé en la cara.
—Me alegra que te guste y espera a que veas nuestro destino final.
Regresa a su asiento y recarga su cabeza en mi hombro, entrelazando su mano con la mía. Al cabo de unos veinte minutos el auto se detiene, nos bajamos y subimos a una enorme lancha que ya espera por nosotros.
Después de otro pequeño viaje, llegamos a un hermoso hotel compuesto de unos cuantos bungalows. Nos dirigimos al principal, donde nos atiende una pareja rusa solo un poco mayor que nosotros y cuando el hombre toma nuestras maletas, nos indica que lo sigamos.
—La mujer es muy hermosa —susurra Reyyan, girando su rostro, para lanzarle una breve mirada a la mujer rubia de ojos azules que permanece detrás del mostrador—. Casi podría j