Alexandros
El lunes por la mañana me apresuro a la oficina de Marcello y cuando su novio me permite pasar, mi amigo me lanza un breve vistazo y continúa leyendo unos documentos.
—¿Qué te sucede? —me cuestiona en cuanto tomo asiento.
—Tengo un problema.
—¿Qué clase de problema?
—Reyyan está molesta conmigo.
—Eso no es una novedad, y además ya lo sabía.
—¿C-cómo es que lo sabes?
—Mi amazona le contó a mi Gian.
Antes de que le pregunte que es lo que le dijo, tocan a su puerta y en cuanto Marcello les permite pasar, Gianluca aparece con el ceño fruncido.
—Señor De Santis, necesito que firme esto —le tiende algunos papeles y cuando Marcello los toma trata de sonreírle a su novio, sin embargo, este lo ignora.
—Aquí tienes corazoncito —musita Marcello, con un tono meloso, nada típico de él.
Gianluca, por su parte, los toma y antes de salir de su oficina lo fulmina con la mirada.
—Vaya, que está enojado contigo. Hasta yo sentí sus deseos por ahorcarte.
—Todo es por tu culpa, ere