Capítulo 6.
Mateo llegó a la casa en llamas que lo hizo observar a la mujer de pie frente a una de las camionetas. El resplandor anaranjado iluminaba la noche. Las llamas devoraban la estructura con una voracidad implacable, el calor era sofocante y el humo se elevaba en densas columnas negras. Los muebles y las cortinas ardían, convirtiéndose en cenizas que flotaban en el aire. Las ventanas habían estallado por el calor, lanzando fragmentos de vidrio al suelo.
Harper sonreía orgullosa de lo que causó, mientras Mateo, sin pensarlo se fue sobre ella con sus ojos cargados de descontrol.
—¿Qué demonios te pasa? —Harper mantuvo su compostura, recibiendo de golpe la fragancia masculina que le golpeó el rostro.
—Feliz mes de casados, esposo— Mateo enfureció mucho más. —¿No te gustó mi regalo? —se echó el cabello hacia atrás. —Es una pena. Me esforcé mucho. No creas que encender la casa fue fácil.
Lo único que había salvado de esa casa fue su propio pasaporte y era una razón más para sonreír.