La pala se hundió en la tierra por última vez, mientras la mandíbula apretada del albanés dejaba clara su postura en esa ocasión. Darek dejó caer el último puñado sobre el túmulo que se alzaba entre los árboles, dejando poco a la imaginación de lo que allí había. Las sombras alargadas de algunos arbustos cubrían los rostros de los hombres que lo miraban en silencio, como si incluso respirar en su presencia fuera imprudente. No quiso ayuda, tal intención de descargar su furia de alguna manera. Darek soltó la pala luego de aplastar la tierra. La zona estaba cubierta por árboles enormes que no muchos sabían lo que entre sus raíces ocultaban. Pero nadie se había atrevido a preguntar. Con el rostro salpicado de sangre seca y tierra, se agachó con una acción rápida. Sus músculos se tensaron al recoger la camisa arrugada del suelo. En lugar de ponérsela, la usó para limpiar la tierra pegada a su pecho. El movimiento fue rápido, rebosaba su furia contenida, la cuál no alcanzaba a aplacar.
Si la falta de noticias sobre Noelle y Alaric ya le dejaban un sinsabor espeso en la boca, que Delphine tampoco contestara el teléfono encendía en Harper un tipo de frustración que no sabía cómo contener sin volverse imprudente. Debía confiar en Krysia, ella le había comprobado que podía cumplir su palabra. Aunque no era fácil limitarse a sólo indicaciones de médicos. Debía estar en reposo. Las heridas aún eran recientes y aún con la cura rápida, debía tener mucha precaución y darle el debido tiempo al proceso. Cosa que no había hecho. Aunque ahora prácticamente la obligaban a mantenerse quieta, si no quería enfrentar consecuencias irreversibles. Pero quedarse de brazos cruzados nunca fue su fuerte. Horus dormía tranquilo sobre la alfombra, ajeno al torbellino emocional que atravesaba su dueña, mientras ella se quitaba las sábanas, aburrida de tanta quietud. Tenía que saber que Delphine estaba bien, pero el número que le dieron no era contestado y no sabía si corría peligro ella o
Harper inhaló profundamente y bajó la guardia luego de unos minutos dentro del baño, para después tomar una bocanada de aire y calmarse. Cubrió su abdomen luego de asegurar el vendaje y se amarró el cabello en una coleta. Al salir Horus elevó la cabeza y Scar la rodeó, frotando su nariz en sus rodillas. Volvió a tomar el teléfono, buscando contactar a Delphine, llamó al número que ya había memorizado. Tan ocupado no podía estar alguien para no atender una llamada. —No puede ser— murmuró devolviendo el celular a su sitio. Sabía que estaba bien, de otro modo ya supiera qué algo había pasado con ella o el bebé. Algo que claramente, Darek no dejaría que sucediera. Pero no era eso lo que en realidad la tenía tan nerviosa, era el hecho de que… Para Harper admitir que alguien no solo movía su suelo, sino también su voluntad era lo más humillante que podía permitirse. ¿Cuántas veces repitió que nadie era tan importante para ella? Muchas. Y todas esas veces se lo creyó. Se lo repitió
—No, no, no te estoy diciendo que no vengas, solo… no salgas sin compañía, ¿quieres? —Harper giró la cabeza, exhalando frustrada hacia el cielo grisáceo que comenzaba a apagarse. Al fin había logrado contactar a Delphine, y saber que estaba segura le quitaba un peso de encima. —Aunque quisiera hacerlo, no creo que pueda —contestó la castaña, mientras veía a Darek recibir una caja sellada que abrió con su navaja. Con habilidad giró el mango metálico sin adornos, luego la guardó en su bolsillo y terminó de romper el paquete, como si no estuviera contento. Y cómo estaría… se habían tardado semanas en algo que debía haber llegado ya. Aunque eso no le impidió revisar el contenido. Delphine apenas prestaba atención a lo que Harper decía al ver ese ceño fruncido y los músculos del padre de su hijo tensarse al inclinarse. Su mirada se mantuvo en Darek, quien, tras romper la última capa de papel con facilidad, se agachó con una concentración inusual. Analizó lo que había dentro y sacó a
El castillo de los Bonneville siempre fue la base de muchos secretos, entre las paredes adornadas por pulcros tapices y candelabros antiguos que no dejaban morir el legado de su linaje. Era un refugio para quienes sabían moverse entre la oscuridad y el silencio. Aquellos que no pedían permiso para ocuparlo, sino que lo reclamaban con la naturalidad de un espectro que regresa a su tumba. En una de las habitaciones más alejadas del ala este, donde las visitas no se aventuraban y los pasos se volvían ecos tenues, solo personal autorizado se atrevía a llegar a abrir la puerta que dejó a la vista al portugués que bajaba el teléfono desde su cama. Sus heridas ya no sangraban, pero no lo dejaban poner un pie lejos de ese sitio cerrado. Y eso lo tenía cómo si fuera una bestia que no dejaban salir. Una que creaba una estrategia que pondría a temblar no sólo una ciudad esta vez. El paño húmedo se deslizó por su abdomen, mientras miraba al frente, sin soltar el teléfono. Livia limpiaba sus
—Me esquiva, me ignora o se marcha cuándo tenemos la mínima interacción— suspiró Fannie mientras veía a través de la ventana. —. Entiendo que esté mal por la partida de Ken, pero…Dijo que no había dejado de amarme, pero que debía irme del país. —Él solo quiere que estés segura—, aseguró Harper mientras veía su reflejo en el espejo que le dejaba ver el gesto dolido de la rubia. Quería decirle que Franzua pasaba día y noche buscando las opciones para encontrar el sello de libertad para ella, pero había prometido no hacerlo. —Un día va a acercarse, mientras tanto sigue las indicaciones del médico y práctica, o disfruta de tus sesiones de fotografía. —No puedo concentrarme, no como antes—, Harper se incorporó, se acercó y le acomodó la trenza en su hombro. Fannie inclinó la cabeza en ella, buscando al menos un poco de consuelo. Sentía que había hecho algo mal, pero no sabía qué y la estaba desquiciando al no entenderlo.El crujido suave de la puerta les indicó que no estaban solas. Wini
—¿Me estás proponiendo matrimonio y amenazando al mismo tiempo? —Harper apenas logró articular las palabras. Cada letra parecía arrastrarse por su garganta, raspándola hasta dejarla ardiendo. Eso no lo había imaginado, en ningún escenario. Creyó que ya no…Su corazón latía desbocado y la parte superior de su estómago se presionaba a sí mismo…¿angustia? No, era…¡terror! Terror a…¿a qué le tenía miedo ahora? No apartaba la vista del anillo, como si fuera una trampa hechizante. Como si mirarlo demasiado pudiera quebrarla, pero dejar de mirarla esfumar la imagen más perfecta del planeta. Y no quería eso. Mateo la tenía atrapada, aunque no lo necesitaba realmente. Sus cuerpos estaban entrelazados como en una lucha que ya no sabían quién había ganado. Él, con sus manos firmes a cada lado de su cabeza, dejándole inhalar esa colonia varonil que la hizo tensar hasta los dedos de sus pies; ella, con las piernas rodeándole el torso como si pudiera mantenerlo lejos y cerca a la vez.Ninguno ca
Winifred había sido la primera en saberlo. Su reacción fue menos escandalosa, más afilada y silenciosa, pero igual de demoledora. Sonrió con ese gesto contenido que usaba cuando algo le parecía perfecto y peligroso a la vez. Luego vino Noelle. Incluso con la espalda recta y la expresión estoica que nunca abandonaba, hubo una curva tenue en sus labios, una sonrisa involuntaria que decía más de lo que habría querido admitir.Y esa misma tarde llegó el turno de la rubia que se movía en la pista de baile, la cual no se daba cuenta de que un par de ojos la observaban desde la distancia. Sonreía al ver las muecas que alguna vez disfrutó de cerca, como si pudiera atraparlas aún en el aire, como si no hubiera pasado el tiempo ni el dolor. Harper siguió su camino hacia ella con Horus a la par y cuando por fin se acercó, Fannie tardó exactamente dos segundos en notar el anillo en su dedo. Un grito agudo le escapó de la garganta, sus ojos se abrieron con desmesura, en una mezcla tan feroz de so