Capítulo 148.

—¿Es tan complicado aceptar una visita cordial? —El rubio se sentó con una calma insolente en un taburete frente al conde, su mirada recorría el comedor. Sobre la mesa, la sangre se mezclaba con los manteles, empapando la comida y los centros de mesa como un macabro adorno más—. Su falta de modales no habla bien de su amabilidad, ¿sabe?

El conde sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No sólo por la escena, sino por la quietud forzada de su esposa, la cuál suplicaba silenciosamente, inmóvil junto a la ventana, atrapada en una jaula invisible que Valente había construido sin necesidad de cadenas.

Y ahí estaba él. Entre cuerpos desparramados y charcos de sangre aún tibia, sentado con la indolencia de quien asiste a una tertulia sin importancia. Su rostro estaba salpicado de carmesí, pero su porte seguía impecable, ajustando sin prisa su corbata. Tomó un trozo de fruta intacta del único plato intacto y lo mordió con deliberada lentitud, como si el caos a su alrededor no mereciera más
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