La expresión esperanzada de Fabiola se transformó de inmediato en decepción. Con un tono desconcertado, preguntó:
—¿Por qué? Te amo, Ramón. ¿Por qué no la dejas de una vez por todas y te casas conmigo?
Pero Ramón ni siquiera se dignó a mirarla. Se dio la vuelta y se marchó.
Fabiola se quedó allí, inmóvil, con el rostro cargado de un profundo desconcierto y dolor.
—Parece que no te ama tanto como crees —comenté con una sonrisa sarcástica.
Si no fuera así, ¿cómo podría no aceptar?
Aunque, en el fondo de mi corazón, yo también me lo preguntaba: si ya no me amaba, ¿por qué seguía vinculado a mí?
Fabiola apretó los labios con fuerza, me lanzó una mirada llena de resentimiento y dijo:
—Seguro que va a romper ese vínculo que tiene contigo.
Me encogí temblorosa de hombros y la vi alejarse, pensativo.
No podía seguir esperando a que Fabiola actuara. Tenía que tomar lo más pronto posible la iniciativa y recuperar el control.
Apenas salí del hospital, compré unas cámaras y las instalé en el cuar