Lo miré serena.
—Ya no te amo. Y si tu amor está dividido con otra, no lo quiero.
Él lo negó, sin creerme, y me abrazó con fuerza, como si quisiera fundirse conmigo, no dejarme ir.
—Dame otra oportunidad, déjame recuperar lo nuestro.
Pero me quedé inmóvil. Ya era demasiado tarde.
En realidad, soy blanda de corazón, y él lo sabía.
Por eso se aprovechó y cometió con descaro error tras error.
Recuerdo que cuando recién empezamos, Fabiola ya lo rondaba con frecuencia, y él nunca la rechazaba.
En ese entonces, yo era ingenua y creía que solo la veía como una hermana.
Hasta que supe que estaban juntos a escondidas y entendí que este matrimonio había sido un error desde el principio.
Cinco años… ya era hora de ponerle fin a esta sinvergüencería.
Lo empujé y le dije, palabra por palabra:
—Te deseo suerte. Ojalá encuentres a alguien mejor.
Su rostro se llenó de tristeza.
Estaba por decir algo, pero no le di la oportunidad.
—No sigas. Esto ya no tiene sentido. Cuanto más intentes, más te voy a o