Capítulo 13

—Hola, Anabela. —Ella se volteó y frunció el ceño cuando vio al grandote detrás de ella con una canasta de manzanas. Sus ojos pardos desviaban la mirada con expresión de vergüenza y su labio inferior estaba atrapado entre sus dientes. Pudo notar un leve sonrojo en la piel color caramelo que le provocó mucha ternura. Pero no entendía su interés en ella y eso la hacía sentir incómoda. Samuel, como muchos de los trabajadores de la hacienda, era solo un conocido, una persona con la que ni siquiera podría imaginarse una relación cercana.

 —Hola, Samuel —respondió con cortesía, pero con marcada frialdad. No quería malos entendidos ni ilusionarlo, era mejor poner la distancia desde el principio.

 —Los muchachos y yo estábamos recogiendo manzanas y pensé que querrías estas, son las más rojas y jugosas

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