Sudores recorrían su piel, su pecho subía y bajaba. Dolía.
—¡Ya basta! —gritó con desesperación. Un golpe seco, sangre y cuerpo desparramado.
Huyó. Por fin sería libre. Corrió y corrió sin importar la incomodidad o el dolor. Su destino era incierto y adentrarse al bosque un peligro para una jovencita inexperta en la vida, para una mujer que nunca se valió por sí misma. Lágrimas de desconcierto y temor se desbordaban de sus ojos enrojecidos, todavía no se creía que estaba escapando.
El bosque oscuro se lo hacía más difícil; sin embargo, una luz fue la señal que le indicó que estaba fuera, pero...
Sam despertó de golpe. Inhaló y exhaló para no tener otra crisis; se levantó de la cama y se dirigió a la cocina temblorosa.