¿Qué puede ocultar un velo? ¿Te enamorarías de una persona nunca muestra su rostro? ¿Debería confiar en ella? ¿Qué es lo oculta y por qué todo en torno a esa mujer es misterio y reserva? El velo es una novela de romance, drama y acción; cargada de suspenso e intriga. En ella se cuenta la historia de una mujer oculta su rostro bajo un velo y vive en una situación precaria y solitaria, cargando con un pasado lleno de secretos. Su vida da un giro al conocer a Arthur Connovan, un político rico lucha contra la injusticia de Terrus, donde la violencia y la corrupción reinan y los pobres son los más afectados. Ella le salva la vida ante un atentado, refugiándolo en su pequeña choza, oculta de la civilización. Desde ese evento, sus corazones quedan enlazados y ambos tendrán que luchar contra todos los obstáculos y situaciones peligrosas a las que tendrán que enfrentarse. Un pasado oscuro, un pende de un hilo y un futuro incierto; donde Arthur se debate si confiar o no en aquella misteriosa mujer, que guarda tantos secretos. ¿Quieres descubrir el misterio del velo?
Leer másLas ramas de los árboles le eran obstáculo a su prisa. Aquel bosque oscuro y sin camino le hacía estragos, puesto que no tenía un espacio libre para cabalgar; aun así, no se detenía. Sin rumbo, con sudor frio en todo el cuerpo y sangre saliendo de su costado, utilizaba la poca energía que le quedaba para escapar. Las ramas le pegaban sin piedad y, gracias a la oscuridad, no sabría cuando ellas chocarían contra su rostro, provocando ardor en sus ojos; sin embargo, cabalgaba a toda prisa con un único pensamiento: salvar su vida.
Las ramas detuvieron su ataque trayendo alivio a su rostro. No sabía si estaba alucinando, pero creyó ver el final del bosque y una luz. Detuvo su andar de repente cuando vio una figura aterradora sosteniendo una pequeña lámpara, a causa de la impresión y la rapidez del detenimiento, el caballo lo tiró al suelo y emprendió la huida. La horrorosa figura se acercó a él, por lo que temió y quiso huir como su traidor compañero, pero no tenía fuerzas; poco a poco la luz menguaba y él perdió el conocimiento.
(...)
El cuerpo era fuerte, por lo que fue difícil cargarlo hasta la pequeña choza. ¿Estaría muerto? Tomó su pulso y se apresuró a acostarlo. Una vez a su disposición, rompió la ensangrentada camisa y, a luz de vela, limpió la herida y paró el sangrado. Alcanzó una de las jarras que estaban en una mesa llena de envases y recipientes con hierbas, sacó de ella un polvo verdoso y cubrió la herida con aquel extraño remedio. Luego de limpiar y aplicar el contenido del envase, vendó la estrecha cintura de aquel desconocido.
Dejándose llevar por la curiosidad, acercó la vela al convaleciente apreciando un rostro joven y atractivo. Sus ojos cerrados mostraban unas negras y gruesas pestañas. Recorrió el rostro del hombre con la mirada, fijando su vista en su menuda y estética nariz, también en sus carnosos y bellos labios. No recordaba haber visto a un hombre tan atractivo y elegante. Su piel era cremosa a pesar de la palidez por la pérdida de sangre. Su cabello negro y sedoso brillaba con la poca luz, estaba desarreglado, aunque era notable que lo mantenía bien cuidado. Siguió alumbrando hasta llegar a su torso, firme y fuerte.
¿Quién era aquel hombre? ¿Un ángel que perdió su rumbo? ¿Algún miembro de la realeza? ¿Por qué estaba herido? ¿Por qué lo abandonó su caballo? Y... ¡Como llegó hasta allá! Demasiadas preguntas sin respuestas. Habría que esperar a que despertase. Pero... ¿Qué haría cuando eso sucediera? Él podría ser peligroso, tal vez un delincuente fugitivo. Meneó su cabeza con algo de temor. Quizás fue asaltado en el camino. Cualquier cosa que haya pasado le podría afectar, ya que era obvio que ese extraño no era una persona común y corriente. Su ropa era finísima y el reloj, un anillo en su mano derecha y la gruesa cadena en su cuello eran de oro puro.
(...)
Los rayos del sol que se colaban por los agujeros atacaron sus ojos hasta disipar su sueño. Su expresión era de espanto y confusión, ¿dónde estaba? Un dolor en el costado le recordó que había sido apuñalado en el camino. Bajó su mirada a su abdomen y agrandó los ojos al notar que estaba vendado y su pecho al descubierto.
Escaneó el lugar con su mirada y arrugó el rostro al percatarse lo demacrada que estaba aquel intento de choza. No podía negar la pulcritud y orden de su dueño, pero cualquier brisa se llevaría la casita por los aires.
«¡Qué mal constructor!», pensó con diversión.
Al parecer, su salvador era una persona de muy bajos recursos, para estar viviendo en esas condiciones tan precarias. La "cama" era un montón de pajas amarradas con telas, y sobre esta yacía una enorme sábana blanca con un delicioso aroma a flores. Una colcha marrón estaba sobre sus piernas y frente a él había una larga madera sobre una roca, simulando una mesita. Encima de esta había un plato hondo con un caldo que solo tenía vegetales y, junto a este, se encontraba una taza con lo que él supuso era té. Le llamó la atención el pequeño mantel que cubría la madera, dándole una apariencia menos pobre y tosca. La única ventana de la choza estaba cerrada y bajo esta había una mesita de madera que cojeaba con diferentes jarras, tazones con polvos raros y una canasta llena de hierbas. En medio de todo el brebaje, se erguía una vela dentro de lo que parecía ser una lámpara de vidrio.
Su estómago gruñó y él miró el caldo con recelo. La persona que lo rescató debió dejarlo allí para él, pero... ¿Debería ingerir alimento que preparó un extraño? Su estómago volvió a gruñir con dolor y pensó que no era momento de ser quisquilloso o desconfiado, de todas formas, esa persona salvó su vida.
Suspiró satisfecho y con un poco de alegría pese a su circunstancia, pues tanto el caldo como el té estaban deliciosos; y, terminarlo todo, lo había reconfortado.
Había algo en aquel misterioso lugar que le daba tranquilidad y una sensación de bienestar. De repente, la paz que lo acomodaba a otra sesión de sueño se quebró al percibir una sombra. Sentimientos encontrados lo azotaron, por una parte, se sentía feliz de poder agradecer el gran gesto a su salvador; pero por otra, temía que esa persona fuera alguien peligroso. La silueta de una figura envuelta en trapos captó su atención, pero antes de poder descubrir de quien se trataba, la persona retrocedió con premura e intención de escapar o esconderse, acción que le pareció muy extraña.
—¡Oye! —Se quejó del punzón en su costado al esforzarse—. Sé que estás ahí, es ridículo que te escondas. ¿Quién eres y por qué te ocultas en tu propia casa? —La frustración llenó su pecho al no recibir respuesta. Sabía que estaba allí, podía ver su sombra—. Escucha, yo no vine a tu casa, tú me trajiste y me curaste, créeme que no te haré daño —insistió.
Se quedó expectante sin quitar la mirada de la puerta esperando una reacción; entonces, la sombra se movió y, con timidez y titubeos, la imagen de una persona se adentraba al deteriorado lugar. Se quedó pasmado por un momento mirando aquella... ¿Mujer? Sabía que estaba siendo mal educado y descortés, al observarla como si ella fuera una cosa rara, pero aquella fémina lo tenía impresionado.
Abrió y cerró los ojos varias veces sin salir de su impresión. Fue entonces cuando recordó la razón por la que se cayó de su caballo. Tanto él como el animal se habían asustado con la figura extraña y descuidada de esa mujer, que lo miraba consternada y avergonzada en ese momento. No podría decir que era fea, puesto que llevaba su rostro oculto bajo un velo rojo, pero, por algo lo cubría de esa forma, ¿no? Si juzgara por el resto de su apariencia, entonces el veredicto sería: mujer sin ningún atractivo que debería cuidar más de su físico. Su cabello largo estaba rodeado de aquel velo, pero, aun así, era notorio el descuido y el enredo de este, lo pudo comparar a un nido de pajaritos o algo así.
La figura de ella era difícil de apreciar, puesto que estaba cubierta de trapos como si fuera una mendiga, bueno, dadas las circunstancias en la que vivía, se podría decir que eso era. A pesar de sus fachas, había algo en ella que era chispeante y que él no podía definir. Se detuvo un momento en sus ojos, ¡hasta que por fin encontró algo bonito en ella! Se quedó cautivado un rato con esa hermosa mirada color avellana, rodeada de grandes y marrones pestañas. Según su pose y el contorno de sus llamativos orbes, se trataba de una mujer joven. Decidió romper el silencio cuando percibió la incomodidad de su hospedadora.
—Señorita... —Ladeó el rostro mirándola fijamente—… ¿Cuál es su nombre?
—Mi nombre no importa, lo que sí importa y me interesa saber es cómo llegó aquí —respondió con frialdad y rudeza.
—Pues... —Se encogió de hombros—… Me imagino que usted me trajo.
—¿Se cree muy gracioso? —preguntó ofendida.
Él frunció el cejo.
—Señorita, es la realidad. Usted de alguna forma me arrastró hasta aquí, pero si se refiere a como llegué a sus terrenos o lo que sea este lugar, terminé aquí por casualidad. Estaba en un viaje de negocios con mis hombres y fuimos atacados en el camino, eran demasiados como para defendernos y salir ilesos, le dimos buena lucha, pero ellos mataron a varios de mis acompañantes y como puede apreciar, fui herido en el intento. El resto tuvimos que escapar a nuestra suerte, yo solo cabalgué para salvar mi vida sin un rumbo fijo. Me perdí en el bosque y luego la vi a usted, mi caballo se asustó y el muy desgraciado huyó y me dejó tirado. Entonces, debo agradecerle que me haya salvado la vida.
—Sus hombres deben estar buscándolo —razonó más para ella que para él, ignorando completamente el agradecimiento del hombre.
—Así es.
—Será difícil para ellos encontrarlo, puesto que este lugar está oculto —dijo con la mirada perdida en algún lugar.
—Pero lo harán. ¿Quién sabe? Tal vez mi caballo no sea tan desgraciado después de todo y los guíe hasta mí.
Ella agrandó los ojos con terror.
—¡¿Quiere decir que sí encontrarán este lugar?! ¡¿Por qué rayos tuvo que venir aquí?! —espetó con alteración.
—¿Por qué reacciona de esa forma? —preguntó desconcertado.
—Solo le pido que cuando lo encuentren, sean discretos con este lugar, por favor. —Otra vez ignoró la pregunta de él.
—Cuente con eso —contestó con mirada escéptica—. Una pregunta y disculpe mi atrevimiento, pero... ¿Por qué o de qué se oculta?
—No es asunto suyo —respondió tajante. Aquel hombre frunció el cejo ante su ruda respuesta.
—Bien, disculpe por entrometerme —devolvió un poco molesto por la actitud de ella, quien le evadió la mirada. «¡Qué mal educada!», pensó, «¿Será una criminal que huye de la justicia?»
Un hermoso atardecer celebraba la unión de dos almas enamoradas, que se encontraron y se salvaron mutuamente.Bailes, risas, comidas y salutaciones inundaban la alegre hacienda.Una pareja admiraba a los novios bailar junto al niño inquieto, formando una danza de tres.—Nosotros Debemos casarnos, también. —Samuel susurró sobre el oído de la rubia a quien abrazaba por detrás.—Todo dependerá de usted y que tan productiva hagas nuestra hacienda —dijo maliciosa y él besó su cuello.Jacqueline había comprado la hacienda vecina y se instaló allí. Ella y Samuel la administraban, aunque este prefería los trabajos pesados junto a los demás trabajadores. Como todo hombre de hacienda con orgullo masculino, estaba ahorrando para comprar el anillo de compromiso, pues quería que saliera de su
El sudor en sus frentes y los rápidos latidos de sus corazones eran evidencia del temor que los recorría. Estaban en mano de sus enemigos y era obvio que este sería su fin.Arthur se apresuró al portón con alivio, al notar que era la pelirroja quien estaba allí, ella lo miraba con interrogantes y él entendió esa expresión y agradeció a Dios por aquella oportunidad.—Dígame, señor Connovan, ¿cree que hay alguna esperanza para mí? ¿Creé que mi alma pecadora y malvada encuentre un lugar donde pertenecer y que pueda ser admirada por alguien?—Lo creo. No tiene que ser el amor romántico, puede encontrar el amor donde desee cultivarlo. Y definitivamente, creo que puede redimir sus actos y ser una persona de bien, creo que puede soñar y hacer esos sueños realidad.—¿Ser&eacut
Arthur se apeó del caballo lleno de emoción. Había soñado todos esos días con el rostro de Sam al ver a su hijo, y las ansias de presenciar esa felicidad en ella lo tenía nervioso y con náuseas. Corrió hacia la puerta con temblores en sus manos y el pecho agitado. Jacqueline lo siguió con el niño en brazos, él era muy tranquilo para un niño de su edad y casi no emitía palabras.Arthur se percató de la puerta a medio abrir y entró en silencio, pues quería sorprenderla. Su corazón palpitó con intensidad al ver un florero roto en medio de la sala y algunas cosas tiradas, como si una lucha se hubiese llevado a cabo allí. Corrió con desesperación hacia las demás habitaciones de la casa mientras la llamaba con gritos llenos de angustia.—¡Sam! No, no, no, no. Sam, amor mío. ¿Qué sucedi
—Entonces, Samay está con ustedes. —El pelinegro dijo sonriente—. Esa muchacha es muy escurridiza, nunca pude dar con su paradero.—¿La buscabas? —Samuel y Sebastián se miraron con una sonrisa.—¡Claro que la buscaba! Quería devolverle a su hijo.—¿Su hijo? —Samuel inquirió estupefacto. Pues Arthur no le había contado sobre aquello.—¿Que no les ha dicho nada? Ella quedó embarazada del animal de su esposo. No sé bien como logró escapar, pero yo la encontré desmayada en las afueras del bosque que rodeaba la hacienda de los Fraga. Ella estaba sangrando y creí que había perdido al bebé. Un amigo doctor la trató en secreto, puesto que muchas personas le temían a White. Ella despertó alterada creyendo que su hijo había muerto, pero esa criat
Arthur cabalgaba aturdido, la melancolía en su pecho y el vacío de su ausencia le eran tortuoso. Imaginar todo lo que sufrió, todo lo que tuvo que sacrificar.***—Entonces, la señora está muerta. —Samuel se quedó pensativo y luego sonrió—. No debemos perder las esperanzas, hay una persona que puede ayudarnos y pronto daré con su paradero.—¿Quién es? —Arthur inquirió confundido.—El nieto de la señora Julia.Arthur asintió y Samuel se levantó de la silla y se marchó.Arthur estaba en su habitación meditando la confesión de Sam, cuando la puerta se abrió.—Hola, Arthur. —Anabela lo abrazó con fervor—. He estado tan preocupada. ¿Dónde te metiste que no dormiste en la casa anoche?—Estaba
En una cabaña ubicada en un lugar remoto y rodeado por la naturaleza, el secreto de un hombre enamorado se ocultaba. Alejada del peligro, Sam habitaba allí hasta recibir nuevas instrucciones de parte de su amado, a quien no había visto por toda una semana. Aquella tarde soleada, ella buscó comida y decidió que el patio era un buen lugar para almorzar. Con la mirada perdida en el río, Sam rememoró aquel día cuando él la llevó allí por primera vez. Los ojos se le cristalizaron al extrañar sus caricias, esa mirada intensa que solo le regalaba a ella y los besos deliciosos que tanto le encantaban. Lo amaba, por tal razón era doloroso estar separada de él. Dado que no había recibido noticias acerca de él desde que huyó de la hacienda, una angustia tortuosa no la dejaba en paz, es por esto que ella decidió visitar a los señores que Arthur designó para que se hicieran cargo de asistirla en sus necesidades. —Hola, querida. —La señora Goodman la recibió con una sonrisa—. ¿Cómo está tu braz
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