Punto de vista de Lino
Se había ido. Juan se había ido.
Secuestrada, para ser precisos. ¿Adónde? No tenía ni idea. La casa era un caos. Muebles volcados, cajones arrancados y su contenido esparcido por el suelo, como si un tornado la hubiera arrasado. Mi corazón latía con fuerza mientras observaba los escombros. Los elegantes y modernos muebles estaban estropeados por la destrucción. Cristales rotos cubrían el suelo, brillando ominosamente en la penumbra.
Me moví entre el desorden, con la mente confusa. El sillón de felpa de la sala, el favorito de Juan, estaba volcado, con la tela rota. La habitación donde se había alojado estaba completamente destrozada, sus pertenencias esparcidas por todas partes. Se me cortó la respiración. Mi mente ni siquiera podía concentrarse en el bebé en ese momento. Solo podía pensar en Juan. En su seguridad, en su bienestar. Y en el hecho de que había sido tan maleducada con ella.
¿Se había escapado? ¿O de verdad la habían secuestrado?
Mientras seguía ava