El aire se volvió pesado, cargado de electricidad. Los clanes patrullaban el territorio bajo las órdenes de Ciel, cuando de repente un grito cortó el viento. Una emboscada se estaba formando: Artaxiel había movido sus piezas más audaces, atacando con fuerza y sigilo al mismo tiempo.
Ciel percibió el peligro al instante. Sus runas brillaron intensamente, enviando ondas de energía que alertaron a todos los aliados cercanos.
—¡Ian! —gritó Ciel, su voz firme y autoritaria—. ¡Prepárense! No permitiré que ningún traidor toque este territorio.
Ian se colocó frente a ella, como un muro viviente, mientras su aura dorada se expandía para proteger a los clanes.
—¡Nadie pasa! —rugió—. ¡Si tocan un solo pelo del Eclipse, los destruiré!
Jordan avanzó hacia el flanco izquierdo, sus ojos brillando con intensidad sobrenatural, listo para interceptar a los atacantes antes de que pudieran llegar a los clanes más débiles.
—Yo cubriré esta zona. Que intenten acercarse, y pagarán caro.
Desde las sombras, A