Bajo de la avioneta con Camila entre mis brazos. Cayó profundamente dormida y por más que lo intenté, no quiso despertar. El jet lag trastornó su sueño con el cambio de husos horarios. Hay que esperar a que su reloj biológico se sincronice con la nueva zona horaria. Prefiero que siga dormida para que al despertar no se sienta desorientada.
―Podemos llevarla a casa con nosotros ―propone mi padre―. No creo que sea conveniente que, atravesemos la ciudad a esta hora de la noche, solo para que duerma con su madre ―explica con sensatez―. Además, Abigaíl es consciente de que hoy restaríamos de regreso, la llamaré y le explicaré sobre el cambio de planes.
Asiento en acuerdo, a pesar de que el único pensamiento que ha estado dando vueltas dentro de mi cabeza desde que subí al avión, era salir corriendo a ver a la mujer que amo, una vez que aterrizáramos en el aeropuerto, sobre todo, sabiendo que hay alguien rondándola como la mosca sobre la fruta.
―Tienes razón, papá ―respondo en acuerdo mie