15 días después
Mantengo fija la mirada a través de la ventanilla del auto y doy un suspiro profundo al comprender que estamos a punto de comenzar una nueva etapa en nuestras vidas. Dar este paso no ha sido fácil para ninguna de nosotras. Camila no entiende y se niega a aceptar que hayamos salido de la clínica y no volvamos a casa de su abuelo. Ha entrado en una etapa de rebeldía y malcriadez, así que tuve que pedirle a Horacio, que nos acompañara en la mudanza para que ella pudiera entender que, a pesar de que no vamos a vivir con ellos, siempre estarán cerca de nosotros. Bueno, al menos lo estará su abuelo.
Aquel fatídico día en el que estuve a punto de perder a mi hija, siguieron acontecimientos que trastocaron mi fragilidad, esa que no sabía que aún tenía guardada en mi interior. Samuel nos dio la espalda. Después de donarle su sangre a Camila, se marchó de la clínica sin mirar atrás y nunca más regresó.
Podía entender, aún y cuando no tuviera ninguna justificación, que me depre