Ese beso…
Giro la cara y la veo huir por el corredor. ¿Qué fue eso? ¿Por qué razón la besé?
Me llevo las manos a la cara y las restriego con frustración. ¿Acaso me he vuelto loco? Con movimiento violento tiro de mi corbata y me la arranco del cuello. Odio a esa mujer, es más, la detesto... o eso es lo que creo.
¡Joder! ¿Por qué me siento tan confuso? Talvez en un efecto secundario de todo lo que ha pasado en mi vida durante las últimas cuarenta y ocho horas. Es como si todas las tragedias se hubieran puesto de acuerdo para llegar juntas.
―Buenas noches, señor ―la voz de Cornelio me toma por sorpresa y termina de un plumazo con mis cavilaciones, giro mi cuerpo y lo miro de frente―. ¿La señorita Abigaíl vino con usted?
Suspiro profundo y pongo cara de circunstancia. Por fortuna, nadie fue testigo de lo que acaba de suceder entre nosotros.
―Sí, acaba de irse a su cuarto.
Le contesto casi que en modo automático. Sigo inmerso en el momento en que mi lengua se metió dentro de su boca.