—¿Qué? — soltó la anciana con un chillido.
Abrió bien grandes los ojos por la angustia antes de desmayarse. —¡Madre! — El hombre la sujetó antes de que colapsaran el suelo. Se dio vuelta, y le gritó a Belén: —¡Diez millones! ¡Queremos diez millones! —Su corazón puede que haya dejado de latir, pero eso no quiere decir que esté muerto. No maldigas a tu hermano. —Tras hablar, Belén se dio vuelta y fue a la sala de emergencia. El médico le lanzó una mirada curiosa. —¿Quién eres? Personal no autorizado no tiene permitido entrar a la sala de emergencia. —Preparen una bata quirúrgica para mí. Voy a probar suerte — pidió Belén, responderle al médico. —¿Eh? — el médico quedó sorprendido. Luego, se rio porque le causó gracia la situación—. Jovencita, ¿está segura? —Estoy segura — dijo Belén con firmeza. El médico la ignoró y le dijo a la enfermera: