Daniel se puso rígido de la sorpresa al instante, sonrió de forma infantil al mismo tiempo que se entrecerraban los ojos.
Belén lo miró sin querer, ya que su sonrisa podía derretir un iceberg y su amorosa mirada hizo que se le acelerara el corazón. —Y yo… —tartamudeó—. No lo malinterpretes, me preocupo por ti como amiga, Eso es todo. Daniel le asintió serio con la cabeza. —Lo sé, soy tú, «Defensor». No dije que tuvieras otra cosa en mente o que estuvieras enamorada de mí. Belén se sonrojó como si sus secretos más profundos hubieran quedado al descubierto. — Nadie está enamorada de ti, deja de ser narcisista. — Alzó la voz. Daniel asintió con calma y lo admitió: —Sí, soy narcisista, así que no te tienes que importar lo que digo. Belén se quedó sin palabras, giró la cabeza en un arrebato de furia y lo ignoró. A él le encantaba cuando ella actuaba