Amaia.
Volteo en la cama, apenas se filtra un poco de luz en la habitación. Los eventos del día anterior no me permitieron dormir lo suficiente y cuando alcancé de forma débil el mundo de los sueños regresaba al otoño en que conocí a Gael y las pocas palabras que decía sobre su madre.
Estoy sola en la habitación, pero no sé si debo estar agradecida o molesta porque he perdido la oportunidad de seguir indagando.
—Señora ¿Está despierta?
—Adelante.
Me incorporo y arreglo el cabello. Una vez más debí dormir con una de las camisas de Gael como pijama y supongo que tendré que volver a vestir mi ropa del día anterior, aunque en esta ocasión está demasiado sucia.
—Buenos días —saluda una de las empleadas, cuyo nombre desconozco—. Han empezado a llegar sus pertenencias —informa.
Mis cejas se contraen.
— ¿Qué pertenencias?
—Su ropa, zapatos, accesorios y otras cosas.
—Yo no lo he solicitado.
Ella me observa con sorpresa.
—Las cajas y bolsas están siendo traídas por las demás empleadas en est