La vida de Elena Mikaelson era perfecta. Feliz junto a su amado esposo, creía ser la mujer más dichosa del mundo. Sin embargo, cuando los celos y la envidia aparecieron, una cruel calumnia terminó para siempre con su felicidad y su matrimonio, cuando es culpada de ser la amante de Damon Salvatore, el hermano mayor de su esposo, quien en consecuencia fue injustamente desheredado. Ahora, Elena ha regresado a la ciudad donde fue humillada, con dos hijos idénticos a su ex esposo, dispuesta a vengarse de quien la traiciono, sin embargo, cuando en su camino vuelve a cruzarse Damon Salvatore, tendrá que enfrentarse a un pasado y a una verdad que le harán cambiar su destino.
Leer másLa vida era simplemente perfecta; se decía así misma Elena Mikaelson. Tenia un esposo amoroso y perfecto, Daniel Salvatore; multimillonario farmacéutico y cirujano plástico, una enorme casa en uno de los suburbios más exclusivos de California: Portola Valley, un pequeño pekinés de nombre Armand, y una vida llena de lujos y comodidades, quizás, lo único que le hacía falta, era tener hijos con el amor de su vida para que esta terminara de ser perfecta.
—Cariño, ¿Qué vestido crees que debo de usar para la fiesta de esta noche? ¿El azul oscuro? ¿O el rojo pasión? — decía la mujer de apenas 22 años y cabello castaño oscuro, que miraba con total adoración a su esposo, tal cual lo haría cualquier joven realmente enamorada.
—Creo que el rojo te lucirá mejor, aunque, eres hermosa Elena, cualquier cosa luce magnifica en ti — aseguraba Daniel Salvatore, segundo hijo de su multimillonaria familia, y quien simplemente amaba a su esposa.
No llevaban mucho tiempo de casados, apenas cumplirían un año y medio muy pronto, aunque ambos deseaban pasar el resto de sus vidas juntos y formar la familia que ambos desearon casi desde el momento mismo en que se conocieron, eran una pareja realmente hermosa y feliz.
—Yo creo que el azul se te ve bien, con el rojo te verás demasiado extravagante — decía Katherine Di Santis, mejor amiga de Elena desde niñas, y que siempre miraba con ojos recelosos a su enamorada amiga.
—¿Lo crees Katty? — cuestiono Elena algo desilusionada de lo dicho por su mejor amiga.
Daniel poniéndose de pie, caminó hasta su hermosa esposa, y la beso tiernamente en su mejilla mientras acariciaba sus hombros expuestos.
—Para nada, ese vestido te hace lucir simplemente muy hermosa, no hay nadie en este mundo que sea tan bella como tú, mi amor — afirmó Daniel besando a Elena.
La mujer de cabello rubio y ojos grises, giro los ojos con evidente fastidio, aunque nadie había notado aquello, Katherine miraba con celos aquella escena tan cursi; odiaba a Elena, en verdad lo hacía, pues aquella siempre había sido mejor que ella desde los ojos del mundo entero. Elena siempre fue inteligente, popular y hermosa, brillando como diamante en cualquier lugar en el que estaba, siempre alegre y amable, había logrado atraer a ese hombre al que ella deseaba desde el momento en que lo conoció: Daniel Salvatore.
—Vamos Katty, busquemos un hermoso vestido para ti, mis suegros darán una fiesta muy elegante, toda la familia estará allí, no podemos faltar — decía con emoción Elena quien, en su inocencia, amaba genuinamente a Katherine como aquella hermana que jamás pudo tener.
—Lo se cariño, has hablado de esta fiesta todo el mes, se lo importante que es esta reunión para ti y Daniel, y es un honor que me hayan incluido en su lista de invitados, estoy muy emocionada por esto — dijo la mujer fingiendo una sonrisa.
—Bien señoritas, me retiro a vestirme también, esta promete ser una noche como ninguna — decía Daniel mientras los ojos de Katherine lo miraban con deseo.
Elena no notaba aquello, no podía mirar que en los ojos de aquella a la que consideraba su hermana, había solo envidia y desdén hacia ella, mientras que, para Daniel, solo había deseo.
—Así es, sé que será una noche inolvidable, después de la fiesta Daniel y yo nos iremos a Cancún, será como una segunda luna de miel, queremos estar allá cuando cumplamos nuestro segundo aniversario, afortunadamente Damon ya esta en la ciudad, así que el asumirá el cargo corporativo principal en la empresa de los Salvatore y Daniel tendrá todo un año para estar tranquilo, además, quizás esta vez tengamos suerte y en México logremos embarazarnos, deseamos mucho ser padres…
Katherine no prestaba mucha atención a lo que Elena le contaba con tanta emoción, tan las palabras “noche inolvidable” hacían eco en su mente. Llevaba un mes entero planeando aquello, lo que pondría al fin a Elena en su miserable lugar y a ella junto a Daniel. Elena no merecía vacaciones en Cancún, no merecía tener hijos, no merecía tener a Daniel. Ella, en cambio, se merecía todo aquello, deseaba con fervor la vida hermosa y lujosa que su odiada amiga tenia, la había deseado para ella siempre.
Mirando en su bolso, observaba aquel sobre, solo un poco de aquello, y entonces, el mundo feliz de Elena Mikaelson se derrumbaría para dejarlo en sus manos.
—Tienes razón Elena, esta noche será inolvidable…me muero porque comience esa fiesta — dijo Katherine ocultando sus malas intenciones detrás de una falsa sonrisa.
La noche había caído, y la celebración en la enorme mansión Salvatore, había dado comienzo. Elena lucia preciosa en aquel vestido rojo, y recibía con felicidad los agasajos y atenciones de sus suegros, así como también de su amado esposo y su cuñado. Se sentía dichosa, casi como si estuviera caminando entre nubes de algodón color de rosa, aquella vida era un sueño, uno del que no quería despertarse.
—Ustedes son una pareja realmente hermosa, me muero de ganas porque me den a mi primer nieto o nieta, serán unos bebés hermosos, no tengo la menor duda — decía la señora Salvatore a su nuera quien le sonreía con emoción y sinceridad a cambio y diciendo lo mucho que ella también deseaba el ser la madre de los hijos de su amado Daniel.
Katherine miraba con envidia aquello, maldiciendo mentalmente y asegurando que ella era quien debía de estar en ese lugar.
Mirando como la pareja perfecta se separaba al fin de sus familiares, Katherine tomo tres copas de la elegante mesa, cuidando mucho de dos de ellas, nadie pudo ver lo que ella estaba vertiendo en ambas, sin embargo, su sonrisa cruel se había dibujado sin despiste alguno, aquella noche, todo cambiaria. Acercándose a Elena y su esposo, vio con malicia como aquel apuesto hombre, Damon Salvatore, estaba aun charlando con ellos, aquella era su valiosa oportunidad.
—Que buena noche está resultando ser esta Elena, ver tanta opulencia y hombres guapos es simplemente un agasajo — decía Katherine acercándose con una copa en su mano, para luego hacer una señal a un joven mesero que asintió a cambio y se acerco al grupo con una bandeja de plata que tenía tres copas en ella.
—Brindemos señores, permítanme agradecerles por esta invitación, Daniel, sé que me invitaste por insistencia de Elena, pero en verdad te estoy agradecida de haberme invitado a un evento tan privado, tu y Elena hacen la pareja perfecta, se ven preciosos juntos, y espero verlos así durante mucho, mucho tiempo — dijo Katherine con hipocresía, tomando una de las copas para ofrecerla a Daniel.
—Gracias Katherine, aunque se de antemano lo importante que eres para Elena, eres casi como su hermana, y teniendo en cuenta que su familia de sangre la desprecio al casarse conmigo, realmente eres todo lo que mi amada Elena tiene además de mí, así que, eres siempre bienvenida — aseguro Daniel tomando aquella copa para luego beber de ella.
—Gracias Katty, sin duda tu eres la mejor siempre, eres parte de nuestra vida — dijo Elena tomando una de las copas ante la mirada maliciosa de Katherine.
—Esto es conmovedor, Elena, creo que sin duda eres una buena cuñada, tu y mi hermano hacen una gran pareja como dice la señorita De Santis, así que, brindemos por eso y por mis futuro sobrino o sobrina, espero pronto nos anuncien esa gran notica, no olvides hermanito que te vas a Cancún para trabajar en eso — dijo Damon guiñando un ojo a su hermano y cuñada, mientras tomaba la copa que aun estaba en la bandeja.
—Salud por eso — dijo muy animada Elena, y todos brindaron por aquello.
Katherine no dejaba de mirar a la pareja, pronto, el efecto de aquella droga comenzaría, y entonces, todo acabaría, Elena dejaría de tener la vida perfecta. Separándose de su esposa, Daniel caminaba a saludar a algunos parientes, mientras Elena comenzaba a quedarse atrás sintiéndose cada vez mas mareada.
—¿Qué me pasa? — se preguntaba la mujer de cabellos castaños, sintiendo como si el piso se estuviese moviendo, al tiempo en que notaba como su visión se hacia cada vez mas borrosa. — Oh Dios — dijo intentando sostenerse de las mesas mientras se sentía cada vez más mal.
—¿Te encuentras bien Elena? — preguntaba Damon quien había notado que su cuñada parecía sentirse enferma.
—Damon…no lo sé, de repente me he sentido muy mareada, creo que algo de la comida me ha caído mal, me siento falta, ¿Puedes llevarme a una de las habitaciones? Y Por favor, llama a Daniel, perdona por ser tanta molestia — pedía y se disculpaba Elena apenas logrando ver el rostro de Damon.
—Por supuesto, vamos a acostarte primero, llamare a Daniel luego de que estes segura en una cama — dijo Damon tomando a su cuñada en sus brazos, sintiéndose realmente preocupado por ella.
Katherine miraba aquello con una sonrisa maliciosa y una copa en sus manos, era el momento del show principal.
Entrando en la habitación que solía pertenecer a Daniel antes de casarse, Damon recostaba a su cuñada sobre la cama, quien ya parecía estar inconsciente, sin embargo, el mismo comenzaba a sentirse enfermo, acalorado, el mundo le daba vueltas.
—Elena, creo que yo también comí algo en mal estado, me estoy sintiendo…
Y Damon no había terminado de decir aquello, cuando había caído abruptamente en el suelo de esa habitación. Katherine, abría la puerta encontrando a ambos desmayados, por supuesto, efecto de aquella droga que disimuladamente había colocado en las copas de ambos, aunque, si se era sincera, no pretendía hacer de Damon Salvatore una victima en su plan maestro, sin embargo, el mismo se había servido en bandeja de plata para aquel propósito.
—Bien, ahora desnúdalos, y pon a Damon encima de Elena, aquí tienes tu paga, si todo sale bien, te daré 3000 dólares más — dijo Katherine asegurándose que nadie hubiese visto, aunque para su fortuna, nadie se había dado cuenta de nada, aparentemente.
El joven mesero se apresuro a hacer lo que le habían solicitado a cambio de una muy buena paga, y dándose prisa, había dejado sin nada de ropa a aquellos dos inocentes que jamás pensarían en dañar a su amado Daniel Salvatore.
Saliendo rápido y sin ser vistos, Katherine y su ayudante se perdieron entre los invitados de aquella lujosa fiesta, esperando a que el espectáculo diera comienzo.
—Katherine, ¿Has visto a Elena? — preguntaba Daniel intentando ubicar con la vista a su amada esposa.
Katherine sonrió fingiendo inocencia.
—Subió hace rato a una habitación, dijo que sentía mal el estómago, y puede que esos camarones no estén muy buenos, de hecho, también tengo un leve malestar, pero sabes como adora Elena los mariscos, así que creo que se le paso un poquito la mano con ellos, ve con ella, quizás este vomitando en este momento — dijo Katherine muy segura de ello.
Daniel, agradecía a Katherine por decirle aquello, y apresurándose a subir a las escaleras, miro primero en las habitaciones más cercanas sin encontrar a su esposa en ninguna de ellas, y cuando miro al fin en la que era su habitación, un escalofrió helado le había recorrido toda la medula.
—¿Elena? ¿Damon? ¿¡Qué demonios está pasando!? — preguntaba Daniel casi sin voz, esperando que sus ojos lo estuvieran traicionando y su esposa no estuviese desnuda debajo de su hermano mayor.
Damon y Elena, comenzaban a despertar escuchando los gritos de Daniel. Viéndose desnudos, ninguno comprendió lo que estaba pasando, sin embargo, ninguno tendría tiempo de reaccionar, cuando Daniel ya se había lanzado a golpes contra su hermano.
—Maldito, ¿Cómo pudiste? ¡Ella es mi esposa! — gritaba Daniel mientras golpeaba a Damon, quien tan solo se cubría de los golpes.
—¡Yo no hice nada y ella tampoco! ¡Lo juro! — se defendía Damon.
Los gritos pronto llamaron la atención de propios y extraños, quienes comenzaban a amontonarse en las escaleras.
—Listo señora Salvatore, que tenga un buen día —El sabor del café despertaba sus sentidos, al menos aquello era un pequeño gusto personal que ahora mismo podía darse con libertad, pues ya hacia un tiempo no le hacia falta el dinero. Katherine caminaba con aquella altivez típica de una mujer adinerada, mientras gastaba y gastaba en casi cada tienda de ropa que había en ese lujoso centro comercial.Últimamente todo le iba muy bien; había hecho el amor con Daniel casi diariamente, y él la había estado tratando como debía haberlo hecho siempre. Su esposo no había vuelto a beber como un loco, y para nada había salido el nombre de Elena Mikaelson en ninguna conversación, era como si repentinamente aquella mujer hubiera dejado de existir. Por supuesto, no comprendía la razón de aquello, pero estaba aprovechando la oportunidad que tenia para dejar en claro que ella era la única esposa de ese hombre, y reafirmar su territorio sobre el mismo.Sentándose en aquel restaurante, esperaba a su info
— Damon...yo, puedo explicarlo, solo te lo ruego, no debes decírselo a nadie —Elena miraba con verdadera ansiedad a Damon Salvatore quien la miraba a cambio con extrañeza al comprobar que aquellos niños, efectivamente eran los hijos de la mujer…sus hijos con Daniel, eso era fácil deducirlo.—Mami, ¿Quién es el señor? —Aiden, miraba al extraño hombre que estaba platicando con su madre momentos atrás, aquel señor tenia ojos azules, iguales a los de su hermana y el, ¿Acaso?—Hola amiguito, soy Damon, trabajo en el hospital de su madre, tienes unos lindos ojos — dijo Damon mirando al pequeño, y luego a Elena.Elena sentía que su vida se había terminado en ese momento, pero, siendo la mujer inteligente que era, sabía que no tenía ningún caso escapar de Damon sin explicación alguna, aquello solo serviría para despertar dudas y curiosidades que era mejor cortar de tajo hablando con la verdad.—Celia, ¿Podrías llevar a Aiden y Addison al área de comidas? Los alcanzare en un minuto. Aiden, A
El canto de los pájaros esa mañana era realmente hermoso. A pesar de aquella ligeramente fría brisa, el cielo estaba despejado mostrando un hermoso cielo celeste con algunas nubes blancas que se hallaban dispersas. La emoción de un par de niños que desde temprano se hallaban despiertos, podía notarse en aquellas risitas juguetonas e inocentes que se escuchaban por toda la casa de Elena Mikaelson, y que llenaban de alegría el corazón de la mujer. Era fin de semana, y desde luego, aquel par de traviesos gemelos añoraban salir de paseo como hacían antaño a los parques; en esta nueva ciudad aún no lograban salir de paseo— Mami, mami, ¡Queremos ir al parque! —Gritaron al unisono los niños de cabellos negros y ojos azules, que hiperactivos brincoteaban por aqui y por allá. Elena se rió junto a ellos; era imposible no contagiarse de su alegría, y sintiéndose un poco más tranquila, después de varios meses de haber llegado a California, decidió sacar a pasear a sus pequeños.La feria del
El sonido de la alarma rezumbó en sus oídos esa mañana. Levantándose con pesades, tomaba su celular y apagaba aquel molesto sonido que lo había arrebatado de sus sueños. Caminando al baño, abría la regadera que dejaba salir el agua caliente; hacia solo un poco de frío, normal en los meses que anunciaban una próxima llegada del otoño.Los pensamientos de Damon, sin embargo, no se despegaban de Elena y sus hijos…los hijos de su hermano. ¿Ella había dado a luz sola? ¿Qué tan mal la había realmente pasado cargando en sus brazos a dos niños que alimentar? Aquellas preguntas que por su mente viajaban sin cesar, le hacían admirarla todavía más, y su oposición ante Daniel y su padre se había reafirmado mil veces más durante su noche meditando todo aquello.Sus ojos azules admiraban las nubes que se apreciaban fuera de la ventana de su baño, y cerrando la regadera, Damon salía envuelto en una toalla aun meditando todos esos pensamientos que le robaban la calma. Elena quería mantener a sus hijo
—En los hospitales Salvatore, garantizamos la vida de tus seres amados —Elena casi quería reír con aquel comercial que miraba dentro del noticiero matutino. Resultaba demasiado obvio que Daniel y su padre, estaban realmente desesperados por atraer a más personas ofreciendo beneficios descabellados viniendo de ellos.Recordaba los tiempos en que había sido la señora de Daniel Salvatore, y como este le llegaba a platicar sobre algunas de sus estrategias comerciales. Recapitulando, realmente en sus hospitales nunca buscaban dar algún beneficio a sus pacientes, si no que se aprovechaban de lo desesperados que estaban algunos de ellos.Mirando el comercial, Elena frunció el ceño; estaba segura de que aquello era tan solo una estrategia que pensaban en utilizar para conseguir clientes, pero después, volverían a sus elevados costos de siempre. Tomando su maletín, guardo algunas de sus cosas para irse a su trabajo. Ella no era una maldita insensible al sufrimiento de las personas, y aun cuan
—Siempre me has gustado, desde el primer momento en que te vi, supe que tu eres para mí, pero me eres prohibida porque eres la esposa de mi hermano ——¿Lo que dices es verdad? Siempre te vi como algo más que solo mi cuñado, realmente cuando te conocí, sentí esa conexión especial como si te conociera de toda la vida, pero desvié mi mirada porque soy la esposa de tu hermano, esto no puede ser, aunque sintamos lo que sintamos, sabemos que nuestro amor está prohibido ——Huye conmigo, vámonos lejos de toda esta gente que jamás podría comprender lo nuestro, si tu sientes lo mismo que yo, bésame ahora y seré solo tuyo, bésame ahora y me tendrás para siempre —Elena miraba como aquella pareja se besaba apasionadamente. El bote de helado estaba casi vacío, y ella, se sentía tan sensible que aquella cursi escena la había hecho llorar.Sus hijos estaban ya durmiendo tranquilamente a su lado en aquella enorme cama que, aunque los pequeños tenían su propia habitación, compartían con ella casi cada
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