—¡El desayuno está listo! — grito Elena llamando a sus gemelos.
Inmediatamente después, una serie de murmullos y refunfuños infantiles se dejaron escuchar en la planta alta de aquella casa, junto a pasitos apresurados que seguramente buscaban sus pantuflas. Elena reía de aquello y esperaba que pronto los pequeños bajaran a desayunar.
A veces le parecía realmente increíble pensar en la realidad que estaba viviendo. Se había convertido en una doctora y empresaria exitosa, tenia a dos maravillosos hijos que complementaban todo su mundo y todo parecía marchar bien. Sin embargo, la sombra del rencor que aun sentía demasiado arraigado en su corazón, la hacia borrar a momentos aquella sonrisa que debiera de ser permanente.
—Listo mamita, ya nos lavamos los dientes y sacudimos la cama ¿Hoy iremos a la nueva escuelita? — preguntaba su pequeña hija.
Elena dio una pequeña risita al notar que su hija había intentado hacerse un moño por ella misma y este le había quedado completamente torcido.
—Ad