Nos quedamos así lo que creo fueron unos minutos, uno pegado al otro, rodeándonos en un contacto cálido y agradable.
Sabía que estábamos tomándonos un tiempo, y que era lo necesario, pero no podía evitar pensar en lo que me pasaba cuando estaba con él. Eran todo mariposas y colores, me sentía como una adolescente con las hormonas alborotadas. Sentía como si todo mi cuerpo se electrificara en apenas unos segundos y un cosquilleo me recorriera de pies a cabeza. Como si estuviese flotando o como si estuviese recostada sobre un algodón de azúcar.
Como si todo lo malo se esfumara. Como si el causante de mis problemas fuera el único que me pudiese salvar y contener.
Nuestro momento se acabó cuando el me tomó de los hombros y me separó, bajé la mirada y aclaré mi garganta.
—Ve un rato al comedor, luego irás a descansar—ordenó.
—No quiero descansar—respondí mientras volvía a mirarlo y me cruzaba de brazos—, quiero estar con ellos.
—Amy—advirti