30

Abro la puerta y sacudo al hombre con fuerza, esperando su ayuda, su seguridad. Lo único que veo es su cuello desangrado y toda su ropa manchada.

Suelto un jadeo y retrocedo, mis manos sudan mientras marco a Blake. El teléfono se me cae de las manos dando en la alcantarilla mientras escucho su voz en la lejanía.

—¡Blake!

Escucho pisadas, escucho risas, escucho hombres. Comienzo a correr, corro y corro hasta que no sé donde estoy. Un callejón es lo que puedo ver, acorralada, asustada. Así es como me siento.

Me acurruco, esperando no ser encontrada. Llorando por la ausencia de Camila.

—¡Ahí está!— esa frase es la causante de mayor desesperación, tiemblo y tiemblo, porque, aunque intente pensar que es otra cosa, sé que me han encontrado.

Veo la silueta de un hombre. Sus pasos me atormentan. No tengo escapatoria.

—¿Creíste que podías engañarnos, muñeca?

Aprieto mis dientes mientras mis garras se entierran en mi piel.

—La otra perra es un buen bocadillo, pero lo que necesitamos es el plato
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