Hubo un silencio tenso en la sala, mientras los tres hombres se miraban con expresiones serias. Luis Fernando comenzaba a darse cuenta de la verdadera clase de persona que era su suegro, cada minuto que pasaba veía en él una imagen completamente distorsionada y aterradora que no conocía.
—¿Y entonces, señor Villaseñor, por qué se ha quedado callado? ¿Acaso no tiene valor para responder mi pregunta? —dijo Luis Fernando, tratando de mantener la compostura.
—Jajajaja, por favor, Luis Fernando, me has hecho reír. No ha nacido el ser al que yo le tenga temor. Arturo Villaseñor no le tiene miedo a nada ni a nadie —respondió, clavando su mirada en Luis Fernando, quien sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—Sin embargo, tiene miedo de que su hija se quede en prisión —Agregó Luis Fernando, aumentando la tensión que se podía palpar en el aire.
—¡Basta! —exclamó Villaseñor, su voz se escuchó como un trueno en toda la oficina—. Ya te dije que no voy a permitir que manches el nombre de mi hi